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Ciencia y Tecnología

Radioastronomía: señales del espacio exterior

Todo el mundo tiene claro qué es la astronomía pero, ¿y la radioastronomía? Te contamos qué es y qué nos aporta esta rama del estudio del Universo.

Para empezar, ¿qué es la radioastronomía?

La radioastronomía es una ciencia relativamente joven, pero ha aportado mucho en su corta carrera.

Igual que la astronomía, la radioastronomía consiste en el estudio de los objetos y fenómenos que se encuentran en el Universo, como los planetas, las estrellas, los satélites… Pero, en lugar de utilizar las ondas visibles para estudiar estos cuerpos, la radioastronomía se fija en las ondas de radio que emiten.

Como este tipo de radiación electromagnética tiene una mayor longitud de onda que la luz visible, esta ciencia ha permitido a los radioastrónomos hacer descubrimientos excepcionales. Por citar algunas de sus aportaciones, la radioastronomía ha ayudado a deducir la existencia de la materia oscura, ha permitido detectar las galaxias más lejanas que se conocen hasta hoy y ha captado una señal reminiscente del Big Bang. Y todo empezó hace menos de cien años...

Los inicios de la radioastronomía

La radioastronomía nació en 1931. Hasta entonces, la astronomía se contentaba con estudiar aquello que el ojo y los telescopios tradicionales podían percibir. Pero a comienzos de la década de los 30, casi por accidente, el ingeniero Karl Jansky detectó ondas de radio procedentes del centro de la Vía Láctea mientras investigaba unas interferencias en las líneas telefónicas americanas.

Al principio, la comunidad no acabó de ver la utilidad del descubrimiento y no le prestó la atención que en realidad merecía. De hecho, el primer radiotelescopio no apareció hasta 6 años más tarde, el 1937, en una versión casera creada por el también ingeniero Grote Reber.

Con este radiotelescopio, Reber empezó a construir un mapa del cielo que, a pesar de ser todavía muy simple, ya marcaba la posición del centro de la Vía Láctea y de varias constelaciones como Casiopea o el Cisne.

En los años 50 se construyó un radiotelescopio parabólico de 76 metros de diámetro, el primero de estas dimensiones. Pero, ¿qué consiguió despertar el interés de los astrónomos?

Los interferómetros: el lanzamiento de la radioastronomía

Las ondas de radio que llegan del espacio son muy débiles, así que se necesitan antenas de dimensiones gigantescas para conseguir una buena resolución y poder interpretar las señales más lejanas. Por eso los interferómetros lo cambiaron todo.

Los interferómetros son conjuntos de antenas que funcionan en grupo, combinando las señales que reciben. Como los grupos pueden estar formados por aparatos situados a miles de kilómetros de distancia, es posible simular un radiotelescopio tan grande como el mismo planeta Tierra uniendo las señales de las antenas de todo el mundo (actualmente se usan incluso algunas antenas situadas en el espacio).

Esto hace que la radioastronomía sea la rama de la astronomía que ofrece una mayor resolución a los astrónomos. Dicho en otras palabras, les permite detectar objetos y fenómenos más lejanos o de señal más débil, aparte de todos aquellos que no emiten otros tipos de radiación electromagnética pero sí ondas de radio. Algunos ejemplos de los increíbles descubrimientos hechos gracias a la radioastronomía son los cuásares, los púlsares y las galaxias activas.

La radioastronomía es una ciencia revolucionaria. Y todavía tiene mucho camino por recorrer. Gracias a ella, y a los radioastrónomos de hoy y del futuro, dentro de unos años sabremos todavía más sobre el nacimiento del Universo, la formación de nuevas galaxias, los agujeros negros e incluso la posible vida fuera de nuestro planeta. Aparte de todo aquello que no podemos ni imaginar.