Apoyo emocional de los menores afectados por la DANA: ¿Cómo hablar con niños y adolescentes para ayudarles a procesar sus sentimientos y acompañarlos en el proceso?
Los y las niños/as y adolescentes experimentan un gran impacto en las situaciones catastróficas como la vivida en la Comunitat Valenciana debidos a los efectos de la DANA que ha afectado a esta y otras regiones de España.
Aunque se trata de un grupo de la población que cuenta con una gran plasticidad y resiliencia, también cuentan con menos recursos emocionales, experiencia y madurez para entender y encajar los cambios en su rutina, el miedo y la incertidumbre que viven y/o perciben, y la información que reciben desde diversos medios. Por ello, para facilitar el proceso de comunicación y poder brindar un apoyo, acompañamiento y guía emocional, que les permita procesar y asimilar estos acontecimientos y su impacto emocional y práctico, le hemos pedido a nuestra experta, la Dra. Begoña Iranzo Ejarque, doctora en Psicología y directora de la Maestría Oficial en Psicología en la Infancia y Adolescencia de la Universidad, que nos aclarara algunos aspectos fundamentales al respecto.
Además de la entrevista, la Dra. Iranzo Ejarque, junto a la también docente de VIU, Dra. Rocío Fausor De Castro, ha elaborado un manual práctico con consejos y recursos para comunicarse y dar apoyo emocional con menores en una situación como la provocada por la DANA. La puedes descargar de forma totalmente gratuita aquí:
¿Cómo afecta a nivel psicológico una situación cómo la generada por la DANA en Valencia a los y las niños/as de las zonas afectadas directamente?
La DANA ha afectado a un gran número de municipios de Valencia. Según los datos señalados por Save the Children casi 164.000 menores residen en estas localidades. Por desgracia, la población infanto-juvenil se ha visto expuesta a la tragedia y cada vivencia ha sido única. Niños, niñas y adolescentes han visto entrar agua en las casas, han perdido sus pertenencias y puede que hayan perdido a algún familiar o amigo. En pocas horas, su realidad se ha visto totalmente afectada pasando de la normalidad absoluta al caos más inesperado. Angustia, miedo, pesadillas, insomnio, cambios de humor, sensación de inseguridad son algunos de los efectos psicológicos derivados de la tragedia. A ello se suma, la incertidumbre de los acontecimientos y la ausencia de un “hogar seguro” en el que refugiarse. Pequeños y jóvenes han perdido sus hogares o han visto afectadas las pertenecías de los vecinos, en este sentido, la sensación de desamparo y pérdida de control envuelve al menor en una estela emocional de fragilidad, pudiendo dejar secuelas en la vida adulta. Estos menores pueden presentar pensamientos recurrentes en forma de flashback sobre lo sucedido que deben ser trabajados para que no impacten a largo plazo en su funcionalidad. Concretamente, la Asociación Española de Pediatría (2019) indica que el 25% de los menores que han vivido una catástrofe natural padecen secuelas psicológicas. No atender a tiempo la sintomatología ansiosa o depresiva puede derivar a largo plazo en estrés postraumático. No obstante, hay que tener en cuenta que per se, la población infantil posee una gran plasticidad y resiliencia. Si los efectos de la DANA se procesan de manera adecuada, esta experiencia puede transformarse en una fuente de fortaleza y crecimiento para los menores afectados.
¿Y a los y las niños/as de las zonas que no han sido afectadas directamente, pero que están en un contexto en que ven la preocupación de sus padres y familiares y reciben un flujo de información constante por diversos canales, muchas veces sin llegar a comprender bien lo que sucede?
Efectivamente, los menores que no han sido afectados de manera directa también forman parte de esta realidad. Escuchan a sus padres y amigos hablar de la DANA, ven las noticias y las imágenes en televisión, observan la preocupación de sus seres queridos e incluso en algunas zonas han visto alterada su rutina al no asistir a la escuela. Ante esta variedad de escenarios, y en muchas ocasiones poco sensibles para la vulnerabilidad de los menores, también pueden experimentar diferentes reacciones como miedo, inseguridad y confusión. A estas edades, es fundamental presentar la información con cautela, ya que su desarrollo madurativo limita su capacidad para comprender plenamente los acontecimientos. Esto puede llevarles incluso a malinterpretar lo que escuchan o ven. Además, la preocupación que observan en los adultos de referencia y la sensación de caos que perciben en su entorno puede aumentar sus niveles de angustia e intranquilidad.
Parque infantil afectado por la DANA en Valencia
¿Cómo debemos explicarles a los y las niños/as lo que está sucediendo (tanto a quienes lo viven directamente como a quienes lo viven a través de sus familias y medios)? ¿Hasta qué punto de detalle es conveniente entrar?
Explicar a los menores lo que sucede, tanto si han sido afectados directamente como como si observan desde sus casas, es importante para ayudarles a procesar las emociones derivadas de esta tragedia. Abordar estos temas requiere cuidado y empatía, ya que la manera en la que se presente la información puede influir en su bienestar. Para poder explicar algo tan delicado, el primer paso es generar un ambiente seguro y tranquilo, que les permita expresar sus emociones. Para ello, es necesario observar las reacciones de los menores y respetar el tiempo que necesiten para asimilar lo ocurrido. Los padres deben saber que cada niño es único y tiene su propio ritmo para procesar lo que vive. En este sentido, generar un espacio de confianza donde el menor sienta que es el protagonista, y a la par, emplear preguntas abiertas como por ejemplo “¿Te apetece que hablemos sobre lo que está ocurriendo?” o “¿Cómo te sientes en estos momentos?” puede ser una forma efectiva de invitar a la expresión sin presiones. En el caso de que el menor no quiera hablar, es importante respetarlo y ofrecerle apoyo, transmitiéndole que sus sentimientos son válidos y que puede contar con sus padres.
Validar y acompañar las emociones de los niños sin juzgarlas es otro punto clave. Expresiones como “Veo que esto te hace sentir triste…” pueden ayudarles a comprender que sus emociones son naturales y que está bien manifestarlas. De este modo, los niños aprenden que es saludable expresar sus sentimientos, lo que favorece su proceso de adaptación emocional.
Otro punto importante es el lenguaje. Es necesario adaptar el lenguaje a la edad y a las características particulares de cada niño evitando expresiones alarmistas y la sobreinformación. Hablar con un tono cercano y suave, a su misma altura, facilita una comunicación cálida y tranquilizadora. Las explicaciones deben ser claras, breves y precisas, evitando largos discursos que puedan resultar confusos. Con los más pequeños, el uso de cuentos o recursos audiovisuales adaptados puede ser muy útil para abordar temas complejos como este de una forma adecuada.
¿A qué actitudes, comportamientos o cambios debemos estar atentos en niños y niñas, ya que podrían indicar algún tipo de problema, trastorno o malestar psicológico?
Muchas conductas y reacciones pueden formar parte de la propia etapa evolutiva, sin embargo, tras una situación tan impactante como la DANA, ciertos cambios persistentes en el estado de ánimo, en el comportamiento o en la manera de relacionarse pueden indicar problemas psicológicos subyacentes. Es por ello que, los adultos deben prestar especial atención a cualquier reacción que se aleje del patrón de comportamiento habitual del menor.
Las consecuencias derivadas de esta situación pueden manifestarse de forma variada en los menores. Entre las manifestaciones más comunes están las pesadillas y los recuerdos intrusivos, síntomas que deben abordarse para evitar efectos negativos en su desarrollo futuro. La persistencia de pensamientos repetitivos (rumiación) o, por el contrario, la negación de lo ocurrido, pueden intensificar los síntomas, y ambos mecanismos aumentan la probabilidad de problemas emocionales a largo plazo si no se intervienen de forma temprana. En algunos menores, los síntomas que persisten se pueden manifestar mediante la sobreactivación generalizada o, por el contrario, en forma de desánimo y apatía. Los primeros síntomas, problemas externalizantes, suelen ser más visibles y más fáciles de detectar por los adultos, sin embargo, los menores que presentan sintomatología internalizante (como tristeza, miedos, anhedonia…) requieren especial atención, puesto que suelen ser menos evidentes y requieren ayuda temprana. Aunque es natural que los niños, niñas y adolescentes experimenten malestar ante este tipo de acontecimientos, esto no implica que necesariamente desarrollen una patología. La observación, el acompañamiento y el respaldo emocional juegan un papel clave para reducir el impacto traumático y favorecer un adecuado procesamiento emocional.
Actividades como el dibujo pueden ayudar a niños y niñas a expresar y procesar sus sentimientos
Los y las niños/as afectados/as por esta situación, que por diversas circunstancias no pueden acceder al tratamiento con un especialista de la salud ¿Con qué recursos cuentan? ¿Qué pueden hacer padres/cuidadores/familiares para ayudarles y aliviarles a corto plazo?
Afortunadamente, estos menores cuentan con recursos muy útiles que sus padres, familiares y el círculo más cercano pueden emplear para ayudarles a afrontar esta nueva realidad. En primer lugar, uno de los aspectos más importantes es la recuperación de la rutina diaria. Las rutinas proporcionan una sensación de seguridad, por lo que es esencial mantener ciertas actividades cotidianas, como las horas de comida, los horarios de sueño y las actividades recreativas, dentro de lo posible. Además, actividades como leer, jugar, cocinar juntos o realizar actividades creativas en familia pueden ser de gran ayuda, ya que fomentan la calma y ofrecen un espacio de conexión familiar. En esta rutina, se incluye una parte importante que es la vuelta a la escuela. Las aulas son entornos que, además de ofrecer un espacio de aprendizaje, permiten a los niños restablecer la sensación de normalidad y seguridad al interactuar con sus compañeros. Compartir espacio con iguales que están en su misma situación y junto a los docentes genera una potente red de apoyo emocional para superar los efectos emocionales derivados de la DANA.
También es importante fomentar el sentimiento de colaboración y pertenencia. Los niños deben sentir que son parte activa de lo que está ocurriendo y que pueden contribuir de alguna manera. Esto les ayuda durante la crisis y les genera un propósito. Dependiendo de su edad podrán colaborar en tareas más sencillas o más complejas, por ejemplo, pueden colaborar desde tareas como organizar alimentos o ropa, o incluso participar en actividades creativas, como hacer dibujos de apoyo a otras personas. Esto fortalece su autoestima y les ayuda a procesar la situación de manera constructiva.
Además, no cabe duda que el mejor recurso que se puede proporcionar a los menores es amor y apoyo emocional constante. Es positivo recordarles que están a salvo y que están rodeados de personas que les apoyan y les quieren, esto les ayuda a encontrar la seguridad y calma que necesitan. En esta línea, el apoyo social no solo por parte de los familiares y la creación de espacios seguros donde los niños puedan relacionarse con sus iguales, expresar sus emociones y sentirse escuchados, son elementos clave para facilitar su recuperación emocional. Estos entornos les ofrecen la oportunidad de ser niños nuevamente, de jugar y compartir sin la presión de las circunstancias, lo que contribuye a su equilibrio emocional.