Expertos VIU | Dr. Juanjo Martí Noguera. Tecnología aplicada a la salud mental: Retos, posibilidades y futuro
Este 10 de septiembre se celebra el Día Mundial de la Salud Mental, una efeméride que desde la Organización Mundial de la Salud han elegido conmemorar con el lema ‘Atención de salud mental para todos: hagámosla realidad’. Una causa urgente e imprescindible, ya que como ha evidenciado la pandemia creada por el COVID19, la demanda y necesidad de servicios de salud mental de la población, a nivel global, supera ampliamente los recursos públicos disponibles. Por ello, urge buscar soluciones para que el público general pueda acceder de forma sencilla y asequible a profesionales y recursos de salud mental, y una de esas soluciones pasa por implementar el uso de las nuevas tecnologías en la atención de este sector sanitario.
Juanjo Martí Noguera, docente de la Carrera en Psicología en VIU, cuenta con 20 años de labor en el uso de tecnología en programas de desarrollo regional. Doctor en Psicología por la Universidad de Valencia, es socio fundador de Cibersalud, organización que trabaja en la divulgación de conocimiento científico-profesional en el uso de tecnologías digitales en bienestar y salud mental, y una de sus principales líneas de investigación es la de tecnologías y psicología. Por ello le pedimos que nos explicara más en profundidad las aplicaciones actuales y posibilidades futuras que la tecnología tiene en el campo de la salud mental.
¿Crees que el ‘momento mediático’ que vive la salud mental es positivo por la difusión y visibilidad que recibe, o corre el riesgo de convertirse en una tendencia más y sufrir la banalización de sus conceptos y consecuencias?
Acorde a las estadísticas que señalan que 1 de cada 3 personas a lo largo de su vida se ve afectada por dificultades en su salud psicológica como ansiedad y / o depresión, seguro que podemos vernos en la situación o conocer a alguien. Así como en la educación primaria la salud física ha venido siendo una asignatura, la salud mental ha permanecido en un segundo plano e incluso siendo percibida como un estigma.
Podemos nombrar a Ibai Llanos o Simone Biles en el competitivo mundo del deporte, como figuras públicas que han contribuido a poner de manifiesto el término salud mental o acudir a terapia como una necesidad de quienes podemos considerar personas triunfadoras.
La ola mediática ha sido por una parte liberadora por parte de más población reconociendo dificultades en su día a día y la necesidad de “parar” o recibir ayuda. Sin embargo, seguimos ante un problema de raíz ¿en qué momento preparamos a la población para identificar y reconocer como enfermedad determinados síntomas? Aterrizando en casos particulares, podría comentar haber trabajado con una persona que padecía esquizofrenia, y pese a lo evidente de su sintomatología hasta que no tuvo un brote no se tomó en cuenta. Si llega alguien tiritando y tosiendo a la oficina, probablemente se le enviará a casa. Hay que alfabetizar a la población en cómo funciona nuestro cerebro, y en qué manera podemos diseñar un modelo no de resiliencia, sino de promoción, prevención y alerta temprana.
Ante la creciente necesidad de expertos y servicios de salud mental que ha evidenciado la pandemia ¿Cuál debe ser, en tu experiencia, el rol que juegue la tecnología en acercar estos servicios y profesionales a la mayor cantidad de personas posible?
La pandemia situó al personal sanitario en primera línea, y en particular podríamos incluir innumerables referencias a salud mental en medios en el último año, asociado a la falta de suficientes profesionales para atender a la población en el ámbito público, y el coste que puede suponer recurrir a servicios privados.
Ahora mismo, quien tiene más información sobre el estado de salud mental de la población mundial son las grandes tecnológicas. Compartimos información en nuestros estados de redes sociales, en mensajería, en la información que consultamos en páginas web… hasta en el tipo de canciones que escuchamos. Toda esta información sobre nuestro estado emocional, están implicando a la industria digital en diseñar soluciones. Facebook desarrolló en su momento programas para detectar riesgo suicida, un tipo de uso similar se está llevando a cabo con apoyo de inteligencia artificial financiado por el Banco Mundial.
Como hemos visto recientemente, profesionales de salud también padecen en su salud mental los efectos de estar expuestas al sufrimiento de otras personas. Ampliar el número de profesionales, como parece que va a suceder en España, ¿va a garantizar acceso a toda la población que lo necesita cuidando a su vez a profesionales?
Aumentar el número de profesionales, sin repensar el modelo, presentará aun debilidades. Mientras que la tecnología actual, que nos mantiene en conexión digital 24 horas / 7 días por semana, la que registra cómo expresamos que nos encontramos, es sin duda una potencial aliada necesaria para mejorar no solo la atención, sino mecanismos de detección temprana, preventiva, y acompañar en la intervención, evaluación y monitoreo.
Y aunque podemos hablar de los riesgos en protección de datos que implica el uso de tecnología, la realidad es que ya la tecnología actual está íntimamente ligada a saber más de nosotros/as. Falta integrar en la formación de profesiones relacionadas con salud mental, el cómo hacer un uso profesional, basado en evidencia, y educar a la población en reconocer problemas en salud mental y qué tecnologías pueden ser pertinentes con acompañamiento profesional.
¿Nos puedes dar ejemplos de cómo la tecnología puede cambiar o complementar el modelo de atención tradicional en el sector de la salud mental?
Los países nórdicos, por diferentes motivos, entre los cuales estarían las condiciones climáticas y horas de sol que condicionan modelos culturales, tienen un mayor desarrollo de servicios de atención. ¿Qué tiene en estos momentos el sistema de salud pública del Reino Unido? Desde hace ya unos años, incorporan intervenciones basadas en web, sistemas programados para prestar una primera línea de atención en la cual la primera visita se administra digitalmente. De esta forma, aplicando instrumentos de evaluación puede identificarse el grado de urgencia y facilitar el acceso a profesionales en salud mental. Alemania y Bruselas, hasta donde sé, han aprobado leyes en salud digital que permiten recetar apps para el cuidado y atención en salud, incluyendo también aquellas relacionadas con salud mental.
Según un reciente análisis de McKinsey, el sector de start up dedicadas a salud mental ha disparado su inversión y está ofreciendo sus servicios al sector salud además del mundo empresarial. Soluciones que con datos permiten demostrar cierta evidencia, parcial porque van a medir lo que interesa en específico demostrar. Aunque en español es aún minoritario, empresas como Wysa o Woebot y proyectos con financiación europea como Elena+, diseñan agentes conversacionales (chatbots), que desde nuestro smartphone nos piden información y realizan recomendaciones, provocando un debate sobre cómo por el abaratamiento que suponen a un acceso a herramientas de cuidado de salud mental, se deja de lado a profesionales. Existe un divorcio, como en tantos otros ámbitos profesionales, entre los avances tecnológicos y su integración en la práctica tradicional (por llamarla de alguna manera). Aunque en España grupos como labpsitec con Rosa Mª Baños y Cristina Botella, llevan más de 20 años de trayectoria en investigación y desarrollo.
Volviendo a las cifras en que una de cada tres personas a nivel global padecerá problemas de salud mental a lo largo de su vida, incrementar el número de profesionales, sin cuidar al cuidador, no hará viable un modelo de cobertura sostenible.
¿Nos puedes contar acerca del proyecto de salud mental y empresas, en relación a la nueva ISO 45003 en que estás trabajando?
Entre el 2005 y 2011 mi labor empresarial estuvo centrada en el ámbito de la responsabilidad social empresarial. Desde la pandemia, y el drástico cambio que supuso en la cultura organizacional por cuanto forzó a migrar al teletrabajo en gran parte de empresas, hemos recibido una mayor demanda de servicios / información en atención psicológica para empleados.
El mundo empresarial, por lo general, no ha incluido la salud mental entre sus ámbitos a tener en cuenta. La frontera entre mi salud mental en la empresa y mi salud mental fuera de la empresa es inexistente. La salud física de una persona puede tener una curva predecible en función de la edad y cargas que soporte, la salud mental puede verse afectada por múltiples factores. Entonces, ¿son las empresas responsables de la salud mental de empleados/as?
En este sentido, cabe destacar que Países del ámbito anglosajón tienen un mayor enfoque hacia el daño económico que provocan los problemas de salud mental en las empresas. Están contabilizados los costes que implican no solamente las bajas laborales, si no la disminución de productividad, junto a factores que provocan que un problema de salud mental se “contagia” en el ánimo de quienes están cerca de la persona afectada. Añadido a este factor, una persona con ansiedad, depresión o factores psicológicos inestables puede ser más fácilmente vulnerable a un ciberataque. Además, que, al vivir en una sociedad interconectada, la esfera privada, mi salud mental, se acaba compartiendo en redes sociales o por medio de apps, lo cual puede acabar siendo un problema reputacional para la empresa.
Preocuparse por la salud mental en las empresas implica analizar el efecto que tiene el trabajo en cómo organizamos nuestras vidas. El S. XX llevó a gran parte de la humanidad del campo hacia las ciudades en las cuales se instalaban las sedes presenciales de empresas. Para tener un trabajo determinado, tenías que desplazarte y acomodarte a una realidad diferente, construir tu vida en función del espacio. Vivir en un minipiso para estar cerca de la oficina, o en las afueras y tener cada día 4 horas de traslado. Normalizamos una serie de condiciones, extralaborales pero relacionadas directamente con el trabajo. La actual digitalización ha “normalizado” que usemos el mail, el whatsapp personal, y recibamos información constantemente sin ver a la persona, lo cual nos da información sobre su estado de ánimo y si es oportuno o no darle una información o solicitarle una labor.
En un momento en el cual se repite que los trabajos no son para toda la vida y hay que ser flexible. Pero cada persona que pasa a integrar una empresa adoptaba una cultura organizacional y patrones de conducta que imprimía estar con el grupo. Desde la forma en que nos vestimos, a cómo interactuamos. La transición a modelos de trabajo híbrido que se van implementando, cambia radicalmente el cómo ponderar los factores que inciden en el desempeño de profesionales en las empresas.
La recién aprobada norma ISO45003:2021 Gestión de la seguridad y salud en el trabajo — Seguridad y salud psicológicas en el trabajo — Directrices para la gestión de los riesgos psicosociales, brinda una serie de indicadores muy interesantes, primero por ser la ISO un sistema conocido e implementado por múltiples empresas. Brinda indicadores que permiten reconocer diferentes factores que inciden en la salud psicológica específicamente. Y puede evaluarse en cómo afecta a la empresa.
Nuestra labor principal actualmente se centra en el contexto iberoamericano, conocer sobre cómo las empresas tienen en cuenta factores de salud psicológica, medidas que adoptan y todo ello en la progresiva implementación tecnológica. Nuestro objetivo con esta información es diseñar programas formativos y de consultoría para apoyar a aquellas empresas que obtén por implementar medidas internas que permitan gestionar los condicionantes que puedan mejorar la salud psicológica y evaluar el impacto.
¿Cuál consideras que es el futuro de la salud mental en relación con las tecnologías? ¿Los cambios están aquí para quedarse y avanzaremos en ese camino o se revertirá a la presencialidad cuando la situación se normalice?
Digital es la nueva realidad, acelerada por la pandemia. La relación social es híbrida, trámites con el gobierno, hacienda, banca pueden llegar a ser extremadamente digitales. Al no poder obviar estar en conexión, es evidente que tiene un impacto en nuestra salud psicológica. En 1999 ya un artículo señalaba que ciberpsicología no es una rama de la psicología, es la adaptación de las diferentes ramas de la psicología a integrar el factor digital como parte de nuestro desarrollo.
Lo peligroso, es como señala un reciente estudio, que países con una cobertura digital casi total, presenta cifras muy bajas de alfabetización digital. El pasado año un importante grupo de psicología finlandés, con diferentes centros, sufrió el robo de archivos de centenares de pacientes que fueron chantajeados en pagar un rescate sino quería ver comprometidos sus datos. El ciberacoso se dispara, así como la adicción digital al juego (algo muy humano), y el estrés asociado a la conectividad 24/7 agota nuestros recursos mentales.
La salud mental y tecnología van de la mano en esta condición digital humana. Como en cualquier revolución industrial, cuando alcanzamos el suficiente volumen de población que ya está en la nueva normalidad, empieza la labor de ordenarla y gestionarla por los riesgos que puede presentar. Digamos que ya nos mojamos por encima de la cintura, 60% de la población global tiene acceso a internet.
Vemos, por ejemplo, que en Argentina, en vez de cambiar las carreras de psicología, aparece una carrera en ciencias del comportamiento que integra ya tecnología, inteligencia artificial en su malla. Así que es previsible que en los próximos años todas las carreras de salud incorporen competencias digitales y asignaturas relacionadas con la tecnología.
En nuestro contexto hispanohablante, faltan más investigaciones sobre telesalud y el uso de aplicaciones adecuadas. Como profesionales, debemos poder atender a una población que no solamente tiene problemas "tradicionales", sino que vivimos en unas condiciones de cambio particularmente estresantes al tener tanto acceso a estar conectados/as constantemente.
Si pensamos que desde el año 2000 tenemos gran parte de profesionales en psicología usamos de manera frecuente internet, más bien la pregunta es si no seguimos tardando demasiado en normalizar el uso de tecnología en salud mental y profesionalizarlo.