Expertos VIU | Dra. Laura Río Martínez ¿Qué es el sueño y por qué es tan importante?
La importancia de una correcta higiene del sueño es un mantra que la mayor parte de la población tenemos interiorizado. Dormir es importante, lo sabemos. ¿Pero, por qué exactamente? ¿Qué es lo que hace al sueño tan vital? ¿Cómo ‘funciona’ el sueño? ¿Qué son los sueños? ¿Qué nos puede pasar si sufrimos una falta de sueño crónica? Teniendo en cuenta que cada vez hay más estudios que señalan que los trastornos del sueño han aumentado considerablemente en las últimas dos décadas, y que la pandemia provocada por el COVID19 ha empeorado aún más la situación (incluso hay estudios que hablan de ‘Insomnio COVID’ para describir el incremento de los problemas del sueño asociados a la pandemia); resulta importante aclarar algunos conceptos básicos acerca del sueño. Por ello le pedimos a la Dra. Laura Río Martínez, doctora en Psicología Clínica y de la Salud y docente del Maestría Oficial en Neuropsicología Clínica de VIU que nos respondiera algunas preguntas al respecto.
La Dra. Río Martínez es máster en Fisiología y Medicina del Sueño y su tesis doctoral versa sobre “Ritmicidad circadiana y características de personalidad en pacientes con trastorno por uso de sustancias, esquizofrenia y esquizofrenia dual”.
¿Cuál es la importancia del sueño? ¿Son necesarias las míticas 8 horas de sueño o la cantidad es variable según cada individuo?
En primer lugar, es interesante señalar que el sueño no es una función como a veces se piensa, sino un estado fisiológico diferente a la vigilia. Así, se trata de un fenómeno activo durante el cual se producen cambios en diversas funciones.
Además, debemos entender el sueño como parte del ritmo sueño-vigilia que, en personas adultas sanas, está sincronizado con el ciclo de luz-oscuridad y por tanto adaptado al entorno. Este ritmo influye en la modulación de casi todas las funciones del organismo.
Sin embargo, la ciencia todavía no tiene una respuesta clara a la pregunta de para qué dormimos. Existen diversas hipótesis que apuntan a que juega un papel importante en la recuperación del desgaste sufrido durante la vigilia y la regeneración de tejidos, en el desarrollo cognitivo, la memoria y el aprendizaje, o en el funcionamiento del sistema inmune.
Por otra parte, la cantidad de horas de sueño que necesita dormir cada persona es variable. Por ejemplo, un recién nacido duerme una media de 16 horas, mientras que en las personas ancianas la media se sitúa entre 5 y 6 (lo que hace necesario, generalmente, un período de descanso diurno o siesta). Si bien es cierto que las personas adultas necesitan de media entre 7 y 8 horas al día, existen lo que llamamos “cortas dormidoras”, que tienen suficiente con 6 horas, y “largas dormidoras”, que necesitan entre 9 y 10 horas para estar bien.
También existen variaciones en función del sexo (especialmente a partir de la menarquia), el estado de salud o los cambios emocionales. Por tanto, podemos concluir que, si bien existen unos parámetros saludables, el número de horas necesarias son específicas para cada individuo, y sufren una evolución a lo largo de la vida.
¿Nos puedes describir la ‘anatomía’ del sueño? Es decir, las etapas que las componen y qué pasa en cada una. ¿Hay alguna etapa que es más importante que otra?
A grandes rasgos diferenciamos entre dos tipos de sueño: el paradójico o sueño REM, y el sueño lento o no REM que se subdivide, a su vez, en 4 etapas. De este modo, un ciclo de sueño implica una concatenación de fases, empezando por la fase etapa 1 del sueño no REM, y finalizando con la fase REM. Cada ciclo tiene una duración aproximada de 90 minutos de manera que, en una noche normal, se producen entre 4 y 6 ciclos.
La transición de una fase a otra se produce de manera progresiva, y la distribución de las fases varía a lo largo de la noche. Cada fase se define por unas ondas cerebrales características y por cambios en las funciones fisiológicas. En un ser humano adulto, las etapas se distribuyen de la siguiente manera:
La etapa 1 o de adormecimiento aparece inmediatamente después de la vigilia, dura pocos minutos, y representa aproximadamente el 5% del tiempo de sueño total. Durante esta fase se produce una disminución del tono muscular y movimientos oculares lentos.
La etapa 2, que representa alrededor del 50% del tiempo total, y en la que se aprecian unas ondas cerebrales características.
A continuación, vienen las etapas 3 y 4, conocidas como sueño profundo (de hecho, hay clasificaciones que las unifican), que representan el 20% del tiempo total.
Durante el sueño lento, en general, se produce una disminución del tono muscular, así como de la frecuencia cardíaca y la presión arterial, especialmente en las fases 3 y 4. El ritmo respiratorio se vuelve inicialmente irregular, para estabilizarse en estas últimas fases 3 y 4.
Finalmente, tenemos el sueño REM, que recibe ese nombre por sus siglas en inglés “Rapid Eye Movements”, ya que ésta es una de sus características más llamativas. Esta etapa, también conocida como sueño paradójico, representa entre el 20 y el 25% del total del sueño, y se produce unos 60 minutos después de que se haya iniciado el ciclo.
A nivel cerebral, la actividad que se observa es bastante similar a la que observamos durante la vigilia. En esta etapa, además, encontramos una pérdida de tono muscular, aparecen sacudidas musculares bruscas, y se da un aumento de las frecuencias cardíaca y respiratoria, así como del flujo sanguíneo cerebral, y es la fase en la que más ensueños se producen y son más elaborados.
Es importante señalar que, al igual que sucede con el número de horas de sueño necesarias, la distribución de las fases y la duración de los ciclos en cada persona varía con la edad de forma que, por ejemplo, la proporción de sueño REM es mucho mayor justo después del nacimiento y va disminuyendo hasta llegar a la proporción de la vida adulta.
¿Qué son los sueños? ¿Por qué soñamos? ¿Entiende la ciencia la biología que hay detrás del soñar?
La ciencia todavía no tiene una respuesta concreta a esta pregunta. Sabemos que los sueños están formados en parte por contenidos que hay en la memoria de la persona, a los que se suma información procedente del entorno. Así, elementos externos que están presentes en ese momento se introducen dentro del sueño, siendo esto especialmente frecuente en el caso de los sonidos.
Lo que sí sabemos es que las personas que recuerdan sus sueños hablan siempre de imágenes, y un 65% habla también de sonidos y sensaciones auditivas, mientras que la intervención de otros sentidos es mucho menor. Además, también se experimentan emociones y cambios en las frecuencias respiratoria y cardíaca.
Por otra parte, si bien soñamos a lo largo de todas las etapas del sueño, solemos recordar aquellos sueños más cercanos al despertar, que ocurren durante las últimas etapas de la fase REM.
Como curiosidad, se han encontrado diferencias culturales entre sueños, pero la temática de los mismos se ha mantenido bastante constante a lo largo de los siglos.
¿Qué son esas ‘sacudidas’ o sensación violenta de caer que muchos hemos experimentado al momento de quedarnos dormidos? ¿Es algo que deba preocuparnos?
Esta experiencia se llama espasmo mioclónico o sacudida hipnagógica. Se trata de un fenómeno habitual que no debe preocuparnos, que responde a una contracción muscular involuntaria, fuerte y repentina.
Las personas que experimentan sacudidas hipnagógicas relatan, casi siempre, una sensación de caída al vacío. Además, a veces están presentes alucinaciones hipnagógicas, sudoración, elevación de la frecuencia cardíaca y respiración acelerada.
El término hipnagógico hace referencia a la transición entre la vigilia y el sueño, ya que este fenómeno se produce en el momento en que nos estamos quedando dormidos. En ese momento, el cerebro todavía mantiene cierto estado de alerta y se producen numerosos cambios en variables como el tono muscular o la frecuencia cardíaca. Así, parece que las sacudidas podrían responder a un intento del cerebro por seguir controlando el cuerpo.
Si bien esta experiencia aparece con más frecuencia en la infancia, se ha constatado en personas de todas las edades y se ha asociado a etapas de estrés psicológico o fisiológicos, consumo de estimulantes como la cafeína o a hábitos de sueño poco adecuados, pero de momento no se conoce su causa.
¿Puede la falta de sueño tener consecuencias fatales? ¿Cuánto tiempo puede estar una persona sin dormir y cómo afecta la falta de sueño a nuestro organismo?
Como hemos dicho, el sueño es un estado que ocupa aproximadamente un tercio de nuestras vidas y resulta imprescindible para la supervivencia. Así, la privación de sueño tiene consecuencias negativas que pueden llegar a ser fatales.
Existen diferentes grados de privación de sueño y ésta puede ser puntual o crónica, parcial o total. De hecho, en las llamadas sociedades 24/7, existe una privación de sueño generalizada.
Cuando dormimos menos tiempo del que necesitamos, podemos experimentar dificultades atencionales y para la consolidación de nuevos aprendizajes, problemas de memoria y para la toma de decisiones, alteraciones anímicas, irritabilidad, dificultades en la coordinación, etc. Así, se ha comparado el estado de privación de sueño con un estado de intoxicación alcohólica. Además, la somnolencia y el deterioro cognitivos asociados a la privación de sueño provocan un incremento en el número de errores, accidentes laborales y de tráfico.
Los efectos de la privación de sueño son mayores a medida que aumenta el tiempo. En el caso de una privación prolongada, se han observado alteraciones del sistema inmunitario o en las respuestas de dolor, alteraciones metabólicas y endocrinas y un incremento de la probabilidad de sufrir trastornos cardiovasculares y de salud mental, entre otros.
Por tanto, mantener una adecuada cantidad y calidad del sueño es fundamental para mantener un buen estado de salud.