Resistencia antibiótica: consecuencias, causas y prevención
La resistencia antibiótica es un asunto de actualidad, como sucede con bastantes temas relacionados con la salud. Quien la sufre se encuentra desprotegido ante gérmenes como bacterias y hongos. El motivo es que se han hecho resistentes a los efectos de los antibióticos, o lo que es lo mismo, han desarrollado la capacidad de derrotar a los medicamentos diseñados para acabar con ellos.
Cuando las armas que tenemos para luchar contra ellos pierden su eficacia, nos encontramos a merced de estos agentes, que no solo no desaparecen, sino que siguen aumentando sus colonias en el organismo.
En ocasiones es posible resolver el problema de salud, sin embargo, otras, se determina su carácter crónico, al resultar imposible de tratar.
¿Cuáles son las consecuencias de la resistencia antibiótica?
La resistencia a los antibióticos da como resultado una menor capacidad para tratar infecciones y enfermedades en personas, animales y plantas. Cuando se produce la resistencia antibiótica en un organismo, se puede dar lugar a los siguientes problemas:
- Aumento de las probabilidades de contagiarse de enfermedades.
- Mayor gravedad de los síntomas y sus consecuencias.
- Más sufrimiento en el paciente.
- Aumento del costo y duración de los tratamientos.
- Incremento de la probabilidad de muerte.
Resistencia a los antibióticos: ¿por qué se produce?
La resistencia a los antibióticos se explica al entender la teoría de la selección natural de Darwin, ya que es una consecuencia del proceso evolutivo de las especies. La acción de los antibióticos provoca una presión ambiental que afecta al ecosistema de los agentes que invaden el organismo. Como resultado, solo las bacterias capaces de desarrollar una mutación serán capaces de sobrevivir en ese medio y las únicas que vivirán para reproducirse.
Esto significa que transmitirán genéticamente este rasgo a su descendencia, que será una generación completamente resistente.
Las circunstancias en que puede suceder algo así son las siguientes:
- Prescripción de antibióticos por parte de los profesionales de la salud cuando no hay necesidad para ello (podrían usarse otros métodos).
- Mal uso de los antibióticos prescritos. Sucede cuando el paciente no sigue las indicaciones de dosis o duración del tratamiento.
- Por la falta de higiene y la falta de prevención y control de infecciones (que aumentan las probabilidades de entrar en contacto con agentes externos, como bacterias).
- Por la transmisión de bacterias resistentes que propician las personas que las portan.
Más que hablar de tipos de resistencia antibiótica, habría que hacerlo de tipos de bacterias resistentes a los antibióticos. En este grupo se han identificado algunas como el Enterococcus resistente a la vancomicina, las bacterias intestinales Enterobacteriaceae resistentes a carbapenémicos o el Staphylococcus aureus resistente a la meticilina, entre otras.
¿Quiénes corren mayor riesgo de desarrollar resistencia a los antibióticos?
No hay personas que tengan mayor probabilidad de ser resistentes a los antibióticos. Todos corremos el riesgo de contraer este tipo de bacterias, aunque, de suceder algo así, quienes pueden tener peor pronóstico son los niños pequeños, las personas mayores de 60 años y todos aquellos pacientes que se encuentren en tratamiento de alguna enfermedad de pronóstico grave o todavía recuperándose de ella.
¿Cómo podemos reducir la resistencia a los antibióticos?
Hay muchas formas de prevenir las infecciones resistentes a los medicamentos: inmunización, preparación segura de alimentos, lavado de manos y uso de antibióticos según las indicaciones y solo cuando sea necesario. Hay que tener en cuenta que, la prevención de infecciones también previene la propagación de bacterias resistentes.
Una forma de acelerar el descubrimiento y el desarrollo de fármacos antimicrobianos es revertir la resistencia a los antibióticos que utilizamos actualmente mediante la coadministración de rompedores de resistencia con estos antibióticos. Ya se ha logrado un gran éxito con el uso de β-lactámicos en combinación con inhibidores de β-lactamasa.
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