Mindfulness: cambios cerebrales relacionados con la reducción del estrés
Jon Kabbat-Zinn, uno de los padres del uso terapéutico del mindfulness plantea que mindfulness es “parar y estar presente, eso es todo” (Kabbat-Zin, 2005). Desde esta perspectiva, se puede definir como una técnica meditativa donde se ejercita la consciencia al prestar atención a la experiencia presente, sin juzgarla, evaluarla o reaccionar a ella, independientemente de que se presente agradable o desagradable.
Mindfulness ha estado lejos del ámbito académico por falta de un modelo teórico bien sustentado. Los primeros estudios científicos sobre mindfulness los llevo a cabo Jon Kabbat-Zinn con el objetivo de probar un protocolo estandarizado sobre reducción del estrés basado en mindfulness (MBSR) (Kabat-Zinn, 2003; 2007). Hoy día, las más prestigiosas universidades tienen su departamento para el estudio de mindfulness y, en los últimos años es objeto de múltiples estudios de investigación.
Sara Lazar, ha dedicado gran parte de sus años al estudio del mindfulness. Ha realizado estudios de resonancia magnética estructural a personas normales antes y después de aplicar el protocolo MBSR. Los resultados mostraron que, tras la práctica, la amígdala se hacía más pequeña (Hölzel et al., 2010) y su conectividad funcional con otras áreas cerebrales disminuyen (Doll et al., 2016). Esta zona del cerebro es parte del cerebro emocional y participa en la respuesta de lucha o huida, el mecanismo que libera hormonas del estrés y está involucrada en las respuestas fisiológicas derivadas del miedo y la detección de peligros. Esto es especialmente relevante porque una amígdala calmada permite que un mayor control de las funciones cerebrales superiores. Estas funciones cerebrales superiores son la corteza prefrontal (CPF), que está ligada a funciones como la conciencia, concentración y toma de decisiones. La práctica del mindfulness provoca un engrosamiento de esta zona del cerebro (Cifre y Soler, 2014), al igual que un aumento de sus conexiones con otras áreas cerebrales (Doll et al., 2016). Es decir, la práctica de mindfulness favorece respuestas más reflexivas e inhibe respuestas cerebrales arcaicas.
Otras áreas que muestran un engrosamiento son el hipocampo, que es la parte del sistema límbico que controla el aprendizaje y la memoria, así como la corteza cingulada anterior, asociada a procesos de atención y autorregulación (Alonso Puig, 2017).
En resumen, la práctica continuada de mindfulness, se acompaña de múltiples beneficios, que quedan contrastados empíricamente y pueden que explicar que las personas que practican mindfulness mantenga cierto grado de distanciamiento de la experiencia emocional, considerando los estados emocionales como “objetos” de atención, y no como realidades.
Referencias
Alonso Puig, M. (2017). Tómate un respiro. Mindfulness. España: Espasa.
Cifre, I. y Soler, J. (2014) Mindfulness y neuroimagen. El cerebro de las personas que practican. En Cebolla i Martí, A., García-Campayo, J. y Demarzo, M. Mindfulness y ciencia. De la tradición a la modernidad (pp. 45-53). España: Alianza editorial.
Doll, A., Hölzel, B.K., Mulej Bratec, S., Boucard, C.C., Xie, X., Wohlschläger, A.M., Sorg, C. (2016). Mindful attention to breath regulates emotions via increased amygdala-prefrontal cortex connectivity. Neuroimage, 134, 305-313.
Hölzel, B. K., Carmody, J., Evans, K. C., Hoge, E. A., Dusek, J. A., Morgan, L., Pitman, R. K., Lazar, S. W. (2010). Stress reduction correlates with structural changes in the amígdala. Social Cognitive and Affective Neuroscience, 5(1), 11-17.
Kabat-Zinn, J. (2003). Mindfulness-based interventions in context: Past, present, and future. Clinical Psychology. Science and Practice, 10(2), 144-156.
Kabat-Zinn, J. (2005). Full catastrophe living: Using the wisdom of your body and mind to facestress, pain, and illness. Nueva York, NY, US: Delta Trade Paperback/Bantam Dell.
Kabat-Zinn, J. (2007). La práctica de la atención plena. Barcelona: Kairós.