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Ciencias de la Salud

No existe la educación no emocional. Reflexiones para la prevención de los problemas de conducta en el aula

Equipo de Expertos en Educación

Vamos a comenzar con un juego de palabras, un silogismo de los que le gustaba a Aristóteles:

Si el ser humano es emocional por naturaleza y la educación es llevada a cabo por seres humanos, toda educación es emocional.

De lo que se deduce otro pensamiento interesante:

Si no existe la educación no emocional porque no se puede educar sin emociones,

TODA EDUCACIÓN ES EMOCIONAL.

Y no sólo es imposible educar sin emociones, es imposible convivir, trabajar, cuidar, crecer, aprender, enseñar... cualquier verbo que esté relacionado con el ser humano ya que, si el Homo Sapiens Sapiens se caracterizaba porque sabía que sabía, algunos antropólogos empiezan a hablar del Homo Sapiens Amantis, el “hombre” que sabe que ama.

Con ello, sólo conozco una excepción y es en aquellas personas que sufren un trastorno neurológico conocido como Alexitimia[1] que, según la Sociedad Española de Neurología, es un padecimiento que imposibilita a las personas para sentir y expresar verbalmente las emociones o sentimientos, entre otras dificultades.

Por tanto, usando aquel dicho de "la excepción confirma la regla" y partiendo de la idea de que toda educación es emocional, ¿en qué se fundamenta esta “nueva” forma de hacer o entender la educación si siempre ha existido? ¿Por qué está tan de moda ahora?

Ken Robinson lo retrató a la perfección en su conferencia TED en 2010 cuando la tituló "Cambiando los paradigmas de la educación"[2], versando los diez minutos de monólogo en torno a la obsolescencia de un sistema educativo postindustrial y la inadecuación actual del sistema educativo con respecto a los nuevos perfiles de niños y niñas del siglo XXI.

Y es aquí donde reside la clave de la confusión en torno a la propia definición de Educación Emocional. De hecho, debería llamarse la “Nueva Educación Emocional” para que la entendiéramos mejor ya que se trata, al fin y al cabo, de una nueva propuesta en la forma de relacionarse, acompañar y facilitar el aprendizaje de nuestros alumnos y alumnas.

¿En qué estriba la diferencia de la antigua y la nueva educación emocional? En que antes (y por desgracia, todavía en la mayoría de entornos educativos) la relación educando-educador así como la forma en la que se aprendía era a través del miedo, la presión, la disciplina negativa y la unidireccionalidad en la asimilación de los contenidos. Mientras que la nueva educación emocional gira en torno al respeto al ritmo de aprendizaje, a la conversión de enseñantes a acompañantes, a la disciplina positiva y al fomento de la responsabilidad y la autogestión.

Nos encontramos, por tanto, ante un nuevo paradigma educativo que busca dar respuesta a las necesidades con la que se encuentra toda una comunidad educativa (familias, alumnado y docentes) con respeto a la forma de relacionarse y aprender juntos. Incluso me atrevería a defender que nos encontramos ante la necesidad de una Pedagogía del Amor que elimine el estrés con el que se vive en las aulas y fomente otro tipo de relación. Y cuando hablo de pedagogía del amor, no me refiero a un amor romántico exclusivamente, sino a esa definición de amor que recoge a la perfección el psicólogo Carlos Odriozola[3] cuando considera que “amar es desear y favorecer el desarrollo integral de la otra persona”.

¿Realmente desea y favorece el sistema educativo actual el desarrollo integral de los alumnos y docentes? Pues no, porque si fuera así, no tendríamos las aulas llenas de profesores y profesoras buscando ayuda, cursos, orientación, formación y cualquier recurso que surja para atender y entender mejor a sus alumnos. Y no nos encontraríamos con un alumnado frustrado, desmotivado con sus estudios y con todo el abanico de dificultades en el desarrollo emocional, de aprendizaje y de relaciones sociales como en el que nos encontramos actualmente.

Es curioso como hace unos días leía un artículo en un diario que argumentaba que el 90% de las dificultades en los adultos se centraban en las relaciones sociales, mientras que sólo el 10% lo hacía en cuestiones técnicas relacionadas con sus carreras profesionales. ¿Cuánto vamos a tardar en darnos cuenta de que hay que cambiar el enfoque, en que el barco se nos está hundiendo y tenemos que ver por dónde pierde agua para repararlo y seguir navegando?

¿Qué nos puede aportar la Educación Emocional en la prevención de los problemas de conductas en el aula desde este nuevo enfoque?

Intentaré justificároslo de forma breve ya que podríamos extendernos en varios fascículos virtuales para comprender la complejidad del tema.

  1. La educación emocional tiene como objetivo que toda la comunidad educativa, sobre todo el alumnado y el profesorado, desarrollen los dos componentes más importantes de la Inteligencia emocional: la inteligencia inter e intrapersonal. Cuando conozco mi mundo interior y soy capaz de relacionarme de una forma empática, asertiva, responsable y respetuosa con mis compañeros, identifico la escuela como un espacio seguro donde se me respeta por lo que soy y no sólo por lo que hago.
  1. Otra de las bases sobre la que se fundamenta la educación emocional es en la psicología del apego. Si concibo a mi maestro o maestra como una figura de apego seguro que me respeta, entiende mis necesidades y me acompaña, entiendo el “estar en clase” como “estar en casa” y así, mi cuerpo y mi mente se relajan y aprendo mucho mejor. Incluso para aquellos alumnos que en casa tienen dificultades, los maestros y maestras pueden convertirse en esa figura reparadora que no tienen de forma natural.
  1. Y si a todo esto le unimos el enfoque de la pedagogía sistémica y la imperiosa necesidad de que familia y escuela hablen el mismo idioma, acertamos de pleno. Si las dos personas más importantes en la vida de un niño son sus padres y sus maestros y éstos se llevan mal, entramos en un conflicto de lealtades que sólo puede derivar en dificultades de aprendizaje o conducta. Mientras si siento que hay armonía entre mis referentes, llego al colegio seguro de que mis padres legitiman lo que hace mi profesor y eso me aporta seguridad.

Por tanto, basándonos en el desarrollo de las cinco competencias básicas[4] de la inteligencia emocional a nivel individual y relacional: conciencia emocional, regulación emocional, autonomía emocional, habilidades socioemocionales y habilidades de vida y bienestar; se ha demostrado que el índice de conflictos en el aula se reduce a mínimos anecdóticos y necesarios para seguir aprendiendo

Cada vez son más los estudios basados en Neuroeducación[5] que argumentan la imperiosa necesidad de incluir estos factores para frenar el angustioso índice de sintomatología que manifiesta nuestro alumnado e incluso profesorado, víctimas del estrés por no saber responder a las necesidades de los primeros y agotados por la carga de responsabilidad que asumen los segundos en todo este tema.

A partir de aquí, a partir de estas ideas básicas, se deriva toda la tecnología emocional que internet y las librerías sean capaces de recoger cada vez que buscamos o introducimos “actividades de educación emocional”. Podemos realizar un sinfín de programas y talleres de educación emocional pero si mis padres y mis profesores no coinciden, me cuesta encontrar en mi clase tranquilidad y tengo problemas para relacionarme, por mucho que dediquemos rincones de emociones y veamos documentales o juguemos a expresarnos… no funcionará.

Por tanto, la Educación Emocional es un verbo, una acción, un SABER ESTAR en el aula. De ahí que muchos docentes lleven haciendo este tipo de educación desde hace muchísimos años sin saber que lo que hacían era “emocional”, sino que simplemente trataban a sus alumnos desde una relación amorosa y sabiendo poner límites que contienen y no asfixian.

Ahora os preguntaréis ¿por dónde empiezo con toda la información que hay?

Y aquí mi respuesta es tajante: por vosotros mismos. Si queréis introducir la Educación Emocional en vuestras aulas, centros o actividades, empezad a desarrollar vuestra inteligencia intra e interpersonal. Porque de lo que no hay, no sale nada, y por mucha tecnología emocional que encontréis en la red o en materiales que busquéis, si no manejáis las emociones en estos dos niveles, al final será un sobreesfuerzo. Mientras que si os cuidáis, también lo hacéis con los demás.

A modo de introducción, es lo que os puedo empezar a contar cuando os hablo de que no existe la educación no emocional porque educar sin emociones, es imposible. Os invito a que comencéis por preguntaros si lo que queréis que inunde vuestra forma de enseñar sea el miedo o el aprender a amar.

 

Y a partir de aquí, eliges tú.

Vídeo relacionado:

https://youtu.be/IFpWOREkIj0

 

 

Alma Serra

Presidenta de la Asociación Española de Educación Emocional

Directora de Rumbos. Recursos Educativos Especializados SCAIS.

 

[1] Autor desconocido, 2016

[2] Ver video completo

[3] Más información

[4] Más info en

[5] Mora, F. 2015, “Neuroeducación”. Alianza Editorial, Barcelona.

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Equipo de Expertos en Educación
Equipo de Expertos en Educación de la Universidad Internacional de Valencia.