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Ciencias de la Salud

¿Por qué la microbiota intestinal afecta a nuestra salud mental?

Dra. Elisabet Navarro Tapia

Cada vez hay mayor evidencia de que existe una señalización bidireccional entre el tracto gastrointestinal y el cerebro, y que en esta relación la microbiota intestinal juega un papel fundamental. La relación entre la microbiota y el sistema nervioso central (SNC) es algo conocido desde hace años y cada vez se publican más estudios sobre la participación de dicha microbiota y sus metabolitos en la etiopatogenia de diversas enfermedades neurodegenerativas y otras enfermedades como el síndrome del intestino irritable o incluso el autismo y la depresión. Esta relación, conocida como eje microbiota-intestino-cerebro implica varias rutas aferentes y eferentes así como el nervio vago y el eje hipotálamo-pituitaria-adrenal, e interactúa con nosotros a través del sistema inmune, neuroendocrino y neuronal. Así, los que pensábamos hace años que la microbiota intestinal solamente tenía una función puramente protectora no éramos conscientes de cuanto la subestimábamos. La depresión, principal causa de enfermedad y discapacidad en el mundo (con más de 300 millones de afectados) está íntimamente relacionada, además de con otros factores fisiológicos, con este eje intestino-cerebro.  Estudios recientes nos muestran diferencias en la composición de la microbiota intestinal en pacientes con depresión, con menor cantidad de Bifidobacterias y Lactobacilos en comparación con individuos sanos, y como el trasplante de microbiota fecal de individuos deprimidos en ratones libres de microorganismos (germ free) genera comportamientos similares a la depresión en estos ratones, en comparación con la colonización con "microbiota saludable" de individuos sanos1,2. Pero, ¿cómo la microbiota intestinal es capaz de enviar señales al cerebro y por tanto, influir en nuestro estado de ánimo?. Sabemos que nuestra microbiota tiene influencia en nuestro cerebro e intestino a través de la secreción de sustancias neuroactivas, como la serotonina, noradrenalina, dopamina, glutamato y ácido gamma-aminobutírico (GABA)3 y también puede alterar el funcionamiento cerebral de forma indirecta a través de cambios en el estado inflamatorio e inmune, produciendo en última instancia citoquinas proinflamatorias.  Estos hechos ponen de manifiesto como una disbiosis en nuestro tracto intestinal puede contribuir a un estado depresivo4.

Algunos estudios en humanos arrojan luz sobre la utilización de probióticos en el tratamiento ya no solamente de enfermedades como la depresión, sino en neurodegenerativas e intestinales como Síndrome del intestino irritable y enfermedad inflamatoria del intestino, consecuencias también de una comunicación defectuosa entre intestino-cerebro5. Los autores nos muestran como el consumo de algunos de estos productos mejoran significativamente los síntomas clínicos del paciente6,4. Aunque se necesitan más estudios para establecer cómo las intervenciones prebióticas y probióticas pueden ayudar a equilibrar la función cerebral en la población y, sobre todo, utilizar individuos diagnosticados clínicamente con estas afecciones para obtener resultados fiables.

La modulación de este eje intestino-cerebro a través del uso de probióticos y prebióticos ofrece un enfoque prometedor, aunque tenemos que tener en cuenta que la gran complejidad de la microbiota y el patrón microbiano único de cada persona genera una dificultad extra a la hora de diseñar un tratamiento general para estas enfermedades. Además, hay que tener en cuenta que no todos los probióticos son iguales ni sirven para lo mismo, como ya indiqué en un blog anterior, es indispensable conocer el modo de acción de cada cepa en concreto para elegir aquel producto que mejor se adapta a nuestras necesidades. A continuación, os dejo una entrevista al catedrático de psiquiatría Ted Dinan, de la Escuela Universitaria de Cork, uno de los principales expertos mundiales en esta relación entre salud mental e intestino

 

 

Bibliografía

1. Zheng, P. et al. (2016). Gut microbiome remodeling induces depressive-like behaviors through a pathway mediated by the host’s metabolism. Mol. Psychiatry 21, 786–796.

2. Aizawa, E. et al. (2016). Pssible association of Bifidobacterium and Lactobacillus in the gut microbiota of patients with major depressive disorder. J. Affect. Disord. 202, 254-257.

3. Mittal, R. et al. (2017). Neurotransmitters: the critical modulators regulating gut-brain axis. J. Cell. Physiol. 232, 2359–2237.

4. Mohajeri, MH. Et al. (2018). Relationship between the gut microbiome and brain function. Nutr Rev. 76(7):481-496

5. Mayer EA, et al. (2006). Modulation of the brain–gut axis as a therapeutic approach in gastrointestinal disease. Aliment Pharmacol Ther. 24:919–933.

6. Huang R, et al. (2016). Effect of Probiotics on Depression: A Systematic Review and Meta-Analysis of Randomized Controlled Trials. Nutrients. 8(8): 483.

Imagen Elisabeth Navarro
Dra. Elisabet Navarro Tapia

Directora del Máster en Inmunoterapia y Vacunas. Coordinadora del Máster Universitario en Epidemiología y Salud Pública. Doctorado en Biotecnología, Universidad de Valencia, 2016.