Vuelve la heroína… ¿pero vuelve sola?
Este mes de agosto pasado, concretamente el día 16, leyendo la prensa hallé un artículo en el periódico El País que llevaba por título “Nueva York busca una solución a la epidemia de heroína”. En él se informaba que “el número de muertes por sobredosis a opiáceos había crecido un 20% en un año en la Gran Manzana”; y se hacía eco de que este hecho había alertado a las autoridades, las cuáles habían iniciado “un plan de choque” para afrontar el problema.
El Substance Abuse and Mental Health Services Administration (SAMHSA), a través de la National Survey on Drug Use and Health (NSDUH), calcula que en los Estados Unidos en el 2011, unos 22.5 millones de personas mayores de 12 años usaron alguna droga ilícita o abusaron de medicamentos psicoterapéuticos en el mes anterior a las encuestas (National Institute on Drug Abuse, 2013). Esto equivale al 8.7% de su población. En Europa no es mucho mejor la situación. El Observatorio Europeo de las Drogas y las Toxicomanías (2013) calcula que son al menos 85 millones de europeos adultos los que han consumido una droga ilegal en algún momento de su vida, lo que supone la cuarta parte de la población adulta.
En relación a las consecuencias más graves relacionadas con el consumo de drogas, la Oficina de Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (UNODC en sus siglas en inglés, 2012), apuntaba que entre un 10-13% de los usuarios de drogas son consumidores problemáticos con una drogodependencia y/o trastornos relacionados con el consumo de drogas, y aproximadamente una de cada 100 muertes de adultos se debe al consumo de drogas ilícitas. Por su parte, el National Institute on Drug Abuse (2014) establece que cada año las drogas ilícitas, las recetadas y el alcohol provocan la muerte de más de 90.000 estadounidenses, mientras que la estimación para el tabaco es de 480.000 muertes por año (Centers for Disease Control and Prevention, 2014; U.S. Department of Health and Human Services, 2014).
En el referido artículo de El País, su autor, Sandro Pozzi, comentaba que “la heroína es más letal en la ciudad de Nueva York que la violencia por armas de fuego”, y que en la Gran Manzana de Nueva York las muertes por abuso de drogas prácticamente se doblaron desde 2010, registrándose 937 fallecidos en 2015 frente a los 541 de 2010, y que la heroína fue la responsable de seis de cada diez muertes por sobredosis.
Buena parte de los profesionales del ámbito de las drogodependencias llevamos tiempo anticipando el resurgimiento de la heroína por varias razones que han coincidido en el tiempo. Por un lado, la guerra de Afganistán bloqueó la salida de la producción y finalizada la guerra la reutilización de las antiguas rutas del narcotráfico de esta sustancia han permitido que la heroína haya llegado de nuevo y masivamente a los países consumidores, principalmente en EEUU y en Europa. Esto se refleja claramente en las cantidades decomisadas, 30 millones de dosis en 2014 en EEUU según se refleja en el artículo de El País. Pero, a pesar de estas incautaciones, la cantidad de heroína que llega a la calle sigue siendo elevada, porque los alijos incautados no representan más que una parte de la droga que trata de ser introducida en los países-
Una vez en la calle, el tráfico al menudeo de cualquier sustancia, en este caso la heroína, funciona según criterios de oferta y demanda, regulándose su precio en función de esta. Por tal motivo, en los últimos años no sólo hay una mayor accesibilidad a la heroína al haberse incrementado su presencia en las calles, sino que para competir con determinados psicofármacos que poseen propiedades psicodinámicas similares, el precio de la heroína es bajo respecto a otras épocas para así facilitar su venta. De hecho, tal como se informa en el citado artículo de El País “las estadísticas muestran que buena parte de los adictos llegan a la heroína porque se enganchan a calmantes como el Fentanyl”, y “después buscan una solución más barata y contundente”.
¿Qué es el Fentanyl? El fentanilo es un opioide analgésico sintético similar a la morfina pero de 50 a 100 veces más potente. Es un medicamento sujeto a prescripción, y es usado para tratar pacientes con dolor severo o con dolor crónico. Sin embargo, el fentanilo producido en laboratorios clandestinos o la comercialización ilegal, o “trapicheo”, del fentanilo prescrito ha llegado igualmente a las calles y es accesible en múltiples formas: como polvo, añadido a papel secante, como tabletas… Lo que sucede es que el Fentanyl se convierte en una sustancia de abuso que acaba generando dependencia y abre la puerta a otras sustancias, en este caso ilegales, para contrarrestrar el síndrome de abstinencia generado por el psicofármaco. De este modo, el Fentanyl pasa ser mezclado con heroína, o reemplazado por esta.
Y aunque pueda llamar la atención, este hecho lleva décadas produciéndose con una amplia cantidad de psicofármacos presentes en la farmacopea de los hogares. Todo psicofármaco presente en el hogar se convierte en una droga de fácil accesibilidad, tanto para la persona a quien se la han prescrito si realiza un uso indebido que acaba en abuso y dependencia, como incluso por cualquier miembro de la familia al cuál no le ha sido prescrito. Y es que en nuestra sociedad actual, los psicofármacos se han convertido en una ilusión de solución a los problemas, y en gran medida no son como lo que deberían ser: el apoyo para afrontar estos, pero indudablemente siempre desde la prescripción y seguimiento de la evolución. Simplemente, los psicofármacos son percibidos como la solución inmediata y que implica cero esfuerzo, al menos durante las horas en que el fármaco hace efecto. Después el problema sigue ahí, sin resolverse, y la alternativa contemplada vuelve a ser una nueva dosis de psicofármaco, o incluso una dosis mayor para que “haga más efecto”. ¿Recuerdan la canción “Mother’s Little Helper” de The Rolling Stones? En definitiva, se sientan las bases para el desarrollo de una dependencia o, incluso, el riesgo de sobredosis.
Volviendo al artículo de El País, en él también se informaba que en 2015 “146 de las muertes por sobredosis estaban asociadas al Fentanyl”, o lo que es lo mismo, entorno al 15% de estas. Tal vez recuerden que se atribuye a una sobredosis de Fentanyl el fallecimiento del músico Prince. Es menos probable que se sepa que en 2014 unos 22 jóvenes de Pittsburgh murieron por sobredosis tras consumir una mezcla de heroína y Fentanyl. En cualquier caso, surge la pregunta de si, con las muertes por sobredosis directamente relacionadas con el Fentanyl, y siendo puerta de entrada al consumo de heroína, ¿puede ser el Fentanyl un problema mayor que la propia heroína?
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La combinación de una mayor disponibilidad y accesibilidad de heroína en la calle a bajo precio, frente al mayor precio del Fentanyl, es el caldo de cultivo para el resurgir de la heroína, especialmente en época de recesión y/o crisis económica. Sin embargo, en muchos casos el acceso a heroína es facilitado a través del consumo previo de Fentanyl.
¿Cuánto tardará la heroína en volver a ser vivido como un problema de relevancia en Europa? ¿O acaso ya lo es pero todavía no hay un significativo aumento de muertes por sobredosis, y su consecuente repercusión mediática, para decidirse a ampliar las estrategias preventivas y de reducción del riesgo que se han mostrado eficaces a lo largo de las últimas décadas?
El debate queda abierto para hacer una seria y profunda reflexión. De momento, en EEUU se ha activado ese “plan de choque”, donde las autoridades están replanteándose ampliar el acceso al Naloxone a través de farmacias, la policía y entre organizaciones vecinales en los barrios con mayor prevalencia de consumo de heroína; la creación de un grupo especial centrado en la prevención y tratamiento de adictos; sesiones formativas al público en general, pero en especial a los médicos que recetan Fentanyl; elevar el acceso a los tratamientos de opiáceos; o ampliar la oferta de centros de consumo supervisado de drogas. Y la verdad, de entre todas estas estrategias no hay ninguna que sea novedosa.
La heroína vuelve. Viejos problemas, viejas estrategias… pero aquellas que la ciencia nos ha demostrado que son eficaces para disminuir la prevalencia de su consumo, así como los índices de mortalidad asociados a las sobredosis. Tal vez la novedad no deba recaer sobre el desarrollo de nuevas estrategias (que también podría serlo) sino sobre el momento en que se decide aplicarlas y en cómo se decide hacerlo.
Seguramente estemos ya en el momento en que haya que decidir respecto a cómo afrontar el resurgimiento del consumo de heroína. En los últimos años las administraciones públicas están mucho más atentas a los cambios en los patrones de consumo que hace unas décadas donde las estructuras y conocimientos disponibles eran menos. También ahí la ciencia es la que ha marcado la pauta. La clave ahora es que no se llegue al punto de tener que establecer un “plan de choque” como respuesta al cálculo de fallecidos, sino que el cálculo a realizar sea el de consumos y sobredosis que es posible evitar a través del incremento de las medidas preventivas y de reducción del daño. Desde ya mismo. Aunque sea difícil de cuantificar económicamente los resultados obtenidos. La ética nos obliga a prevenir y afrontar las consecuencias del consumo de heroína… y de psicofármacos como el Fentanyl.
Por Víctor J. Villanueva Blasco
Coordinador del Máster Universitario en Psicología General Sanitaria