Pedro Fresco, experto en transición energética: “Todavía no somos conscientes, como sociedad, de la urgencia del cambio necesario en todos los sentidos. Si no lo afrontamos con verdaderas ansias transformadoras la historia se nos llevará por delante”
Pedro Fresco es licenciado en química por la Universidad de València. Ha sido coordinador de la sección Transición Energética de Agenda Pública y docente del Máster en Energías Renovables de VIU. Trabajó 12 años en el sector energético antes de ser asesor en materia de energía de la vicepresidenta cuarta del gobierno. Recientemente ha sido nombrado Director General de Transición Ecológica del gobierno valenciano. Es autor de los libros “El futuro de la energía en 100 preguntas” (2018) y “El Nuevo Orden Verde” (2020).
Aprovechando que en marzo se celebra el Día Mundial de la Ingeniería para el Desarrollo Sostenible y el Día Mundial de la Eficiencia Energética, le pedimos que nos contestara una pequeña entrevista sobre el presente y el futuro de los modelos energéticos y el desarrollo sostenible.
¿Cuáles son los principales retos y obstáculos a los que nos enfrentamos actualmente a nivel de producción energética y sostenibilidad?
El proceso de descarbonización es un proceso complejo y lleno de retos. En este momento tenemos posiblemente dos retos principales. El primero es conseguir una sustitución masiva de generación eléctrica fósil por generación renovable, para lo que es necesario extender el almacenamiento energético mucho más allá de nuestras actuales capacidades, así como otros mecanismos más sofisticados como la gestión de la demanda eléctrica. El segundo, quizá si cabe más importante que el primero, es sustituir todos aquellos consumos energéticos que actualmente no están electrificados y están basados en combustibles fósiles y derivados (gasolina, gasóleo, gas natural, carbón) por formas de energía final de origen renovable. Para ello es fundamental electrificar parte importante de estos consumos energéticos, pero también debemos utilizar otras energías renovables o vectores energéticos donde no pueda llegar la electrificación. El hidrógeno verde aparece aquí como ese gran comodín que nos permitirá descarbonizar donde no llegue la electrificación, pero no olvidemos tampoco energías como la biomasa o el biogás, que también tendrán su nicho.
¿Crees que existe un desajuste entre las tecnologías disponibles para generar energía renovable y crear dinámicas de producción y consumo sostenibles y su implementación a gran escala?
Bueno, estamos en un enorme proceso de transformación económica, prácticamente en una nueva revolución industrial, pero los cambios de este calado no suelen ser rápidos. El mundo lleva dos siglos sostenido por la energía que nos dan los combustibles fósiles y toda esa estructura no se cambia ni en 5 ni en 10 años. 30 años para descarbonizar completamente la economía, el objetivo europeo, es un gran reto.
Dicho esto, es verdad que vamos más despacio de lo que necesitamos. Todavía no somos conscientes, como sociedad, de la urgencia de este cambio en todos los sentidos, y que si no lo afrontamos con verdaderas ansias transformadoras la historia se nos llevará por delante. Afortunadamente, cada vez más actores, públicos y privados, que han entendido la inevitabilidad del cambio y la importancia de liderarlo.
¿Cómo han influido la pandemia y sus consecuencias geopolíticas en el proceso de transición energética y los esfuerzos destinados a conseguir un desarrollo sostenible? ¿Crees que estas influencias producirán modificaciones a largo plazo sobre estos procesos?
Cuando comenzó la pandemia existía el miedo a que la transición energética, y en general cualquier política de índole medioambiental, acabase siendo sacrificadas en aras de intentar sostener un crecimiento económico mal entendido. Sin embargo, ha sucedido lo contrario. En los últimos meses hemos visto cómo la Unión Europea ha aumentado su ambición en la reducción de emisiones para 2030 y ha ideado un fondo de recuperación cuyo principal objetivo es la transición verde. También China se ha comprometido con la descarbonización de la economía en 2060 y el presidente Xi ha concretado objetivos incrementados para 2030. Otras economías asiáticas también se han adherido a la descarbonización para 2050, como Japón o Corea del Sur. Y finalmente la victoria de Biden en EEUU, su compromiso para la descarbonización también en 2050 y su vuelta al Acuerdo de París, añaden el último actor relevante a este cambio de paradigma.
Cuidado, esto al final son declaraciones o compromisos políticos, no está nada ganado y lo que se declara debe convertirse en realidad, pero soy razonablemente optimista en que esto va a ser así. Más allá de la lucha contra el cambio climático o el combate contra la contaminación atmosférica, lo que subyace detrás de la transición energética es un cambio de paradigma industrial y económico que puede ser, para quien lo lidere, el empujón definitivo para convertirse en la gran potencia del siglo XXI. Y creo que esto se esta entendiendo cada vez más por parte de las grandes potencias.
¿Cuál debe ser, a tu juicio, el papel de las instituciones formativas de todos los niveles en los procesos de transición energética y de impulso al desarrollo sostenible?
La transición energética es un cambio de paradigma económico, pero también cultural y social. Las instituciones formativas, especialmente las universidades, tienen dos funciones básicas que son fundamentales para cualquier sociedad. La primera es ser formadora de profesionales que serán los que lideren la transición energética. Hablamos de técnicos y profesionales especializados, pero también de aquellos que deberán gestionar la transición desde la comunicación, la gestión institucional o la dirección empresarial. Los conceptos de descarbonización de actividades y de impacto ambiental van a estar presentes de forma creciente en toda la economía y actividades humanas, y en pocos lustros será algo tan básico como es hoy la minimización de riesgos laborales o la ética empresarial.
Por otro lado, la universidad también tiene entre sus funciones la transmisión de conocimiento a la sociedad en general, no solo a sus estudiantes. En ese punto también es fundamental que las universidades lideren un proceso de difusión cultural para los miembros de la comunidad, que ayude a la comprensión de este proceso histórico que vamos a vivir.