Educar en la transformación: aprendizaje dialógico y prevención en drogodependencias
Denunciaba Paulo Freire en su obra “Pedagogía del oprimido” (1970) lo que vino a denominar educación bancaria, consistente en la transmisión de conocimientos por parte del educador al educando contemplando a este último como un sujeto pasivo e ignorante, el cuál ha de aprender por medio de la memorización y repetición los contenidos que se le transmiten. O lo que es lo mismo, dicha transmisión de conocimientos es equiparable a un proceso de inculcación más que de educación.
Aunque Freire cuestionaba el modelo educativo tradicional reflejado en la figura del profesorado, hemos de entender que el papel de educador corresponde a cualquier persona que ejerce la función de facilitar un aprendizaje. En este sentido, encontramos a padres y madres, al profesorado en la escuela, pero también a los iguales, a la sociedad en su conjunto y a los medios de comunicación. Todos somos educadores, o al menos tenemos la posibilidad de serlo.
Hace unos días fui invitado a realizar una conferencia que llevaba por título “Prevención en drogodependencias: diseño e implementación de intervenciones”. Estaba orientada al alumnado de la Universidad Internacional de Valencia que cursa el Grado de Psicología y el Máster Universitario en Psicología General Sanitaria. Fue satisfactorio contemplar cómo suscitó el interés y un excelente debate posterior entre las personas que asistieron. También recibí varios comentarios vía correo electrónico, de personas que asistieron y de otras que no pudieron asistir pero vieron la grabación, agradeciéndome el planteamiento de la charla y lo que les había aportado. Esto me llevó a pensar en intentar darle a este post un formato en consonancia con la idea de la educación entendida como proceso de comunicación y diálogo que permite la construcción y reconstrucción del significado (y sentido) que damos a las cuestiones que nos afectan en la vida, por ejemplo problemáticas específicas como las drogodependencias. De ahí que propusiera la posibilidad de participar activamente en la construcción de este post a partir de un proceso de aprendizaje dialógico.
Según la concepción dialógica del aprendizaje, para aprender necesitamos de situaciones de interacción, que estas sean diversas y que el diálogo que se establezca esté basado en una relación de igualdad. Es decir, todos y todas tenemos conocimiento que aportar. Todos somos educadores y educandos a la vez. Y a partir de ahí, lo que pretende este post es incorporar al proceso de enseñanza-aprendizaje los “diálogos” que me habéis ido enviando estos días, desde los cuáles vamos a construir una visión social del consumo de drogas desde perspectivas individuales. La estructura de este post no va a regirse por un modelo academicista que progrese desde la lógica de la teoría a causas, características, efectos y consecuencias, para terminar hablando de aspectos de prevención e intervención. Voy a intentar que la estructura sea autónoma, que surja como pudiera surgir sentados en torno a una mesa redonda, con un café delante, conversando desde la ilusión por compartir nuestras visiones y experiencias.
Nuestro “diálogo” comienza con la opinión de una de las participantes, que plantea lo siguiente:
“La drogadicción es un problema de todos y como tal todos debemos ayudar. No implica solo a un perfil de personas, ni a una escala social determinada. Puede ser un problema de nuestros amigos, de nuestros vecinos, de nuestros compañeros de trabajo, puede ser un problema de nuestros propios hermanos, primos, sobrinos, de nuestros propios hijos”.
Otra de las participantes incorpora a nuestro “diálogo” una experiencia personal que ejemplifica bien el anterior comentario:
“Tengo un hermano adolescente de 16 años. El año pasado comenzó fumando tabaco, y seguidamente marihuana. Esto desgraciadamente le ha llevado a tener un brote psicótico hace cuatro meses, del cual parece que gracias a la medicación ya está saliendo. Otras consecuencias derivadas de esta situación es el abandono de la asistencia al colegio. Y me he encontrado que nuestra madre también necesita herramientas adicionales para afrontar la situación. El motivo de contar esto a título personal es que la prevención en los colegios está muy bien, pero existen tantos factores, familia, nivel de madurez, etc. Deberían existir talleres para padres que comiencen a tener este tipo de problemas con sus hijos. Los padres son clave”.
Al escuchar a esta compañera, empatizamos con ella y acabamos pensando que aunque percibamos que el problema de las drogodependencias nos es ajeno, en ocasiones se da en nuestro entorno más cercano. Tras un breve silencio que todos logramos interpretar, otra participante de nuestro “diálogo” le responde:
“Te agradezco que compartas esta experiencia porque entiendo la carga emocional que te supone. Es cierto lo que comentas en relación con la importancia de la familia y de la escuela. Desde luego, en este campo la función del preventólogo es fundamental. Cualquier profesional no puede hacer prevención, por eso hay que trabajar porque se valorice la figura del experto en prevención. Aunque el papel de la familia es fundamental a veces también les faltan herramientas para afrontar situaciones que son vividas como dramáticas. Incluso en una familia en la que hubiera mucha información y aun sabiendo cómo hay que actuar, una situación de este tipo es un fuerte estresor que puede desestabilizar los cimientos del sistema familiar”.
El consumo de drogas, no sólo de marihuana, también de drogas legales, tiene consecuencias a corto plazo, como bajo rendimiento escolar, absentismo, deterioro de las relaciones familiares, etcétera. Y, consecuencias sobre la salud psicológica, como puede ser una psicosis cannábica. ¿Cómo nos hace sentir? ¿Cómo actuar? Estas son preguntas que nos estamos haciendo en este momento, y una participante acierta a expresar algo que todos estamos sintiendo:
“El miedo a lo desconocido nos paraliza, no nos deja dar lo mejor de nosotros. Pero no siempre es así”. Todos la miramos a ella y a la compañera que ha compartido con nosotros su experiencia. Y entonces surge la pregunta, ¿pero cuáles son las motivaciones que llevan a una persona a consumir drogas? Una de las participantes en nuestro “diálogo” sugiere como respuesta:
“Las motivaciones para consumir son variopintas, para ciertas drogas la mayoría se inician a edades tempranas (principalmente con tabaco, cannabis, alcohol) debido a la presión del grupo y luego la tendencia son los opiáceos o psicoestimulantes, donde las motivaciones para consumir suelen ser otras o generalizaciones de las primeras. Es interesante que uno de los factores de riesgo a destacar para el consumo en edades tempranas es el manejo de dinero en una edad temprana”.
Enlazando con lo expresado por esta compañera, se van incorporan al “diálogo” otras valoraciones sobre la motivación hacia el consumo de drogas:
“Uno de los mayores problemas que nos encontramos hoy en día es la dependencia social, la necesidad de reiniciar el consumo de la sustancia tóxica con la finalidad de recuperar o restablecer los contactos interpersonales con un grupo social con el que se siente integrado”.
“Desde mi punto de vista, lo que más me llama la atención en el tema de las drogas es el uso que los individuos le dan para huir de las experiencias negativas, y usarlas como evitación de una realidad carente de objetivos de lucha y de valores”. “La adicción a las drogas ha de ser considerada como cualquier otro tipo de síntoma. Es decir, lo que este consumo tiene de particular para cada sujeto en cuestión. Lo que está relacionado con su recorrido biográfico. La consideración de lo que, para cada quién, significa este consumo, es absolutamente personal e intransferible. Un lugar común en la aproximación a este concepto es la idea de que, el consumo de drogas, trae consigo un determinado placer. En esta época de "consumo" permanente y rápido es difícil sustraerse a la oferta, y más para los jóvenes que se avocan al placer sin solución de continuidad”.
En este momento de nuestro “diálogo” aprovecho que surge la idea del “consumismo” para incorporar una cita de Irving Welsh, a propósito de su obra literaria “Trainspotting” (1993), que posteriormente fue llevada al cine por Danny Boyle (1996).
“Hoy, los jóvenes de clase obrera creen en una sociedad en la que las principales instituciones de la socialización, las que enseñan la moralidad a los niños (la familia, la comunidad, los sindicatos, la iglesia), han sido castradas por la promoción del consumismo y de la economía de mercado. Crecen explorando un terreno psicoactivo, estimulados por la tecnología informática y la publicidad. Porque el consumismo desenfrenado de los ochenta ha tenido otros resultados: ciertas drogas, que antes eran el coto de una élite de bohemios, se abrieron paso en la cultura de masas” (Irving Welsh, 1997).
En consonancia con la cita de Welsh que introduzco en nuestro “diálogo”, otro participante comenta: “Cada vez la edad de conocimiento y aprendizaje de nuevas experiencias es más prematura y el peso de los medios de comunicación y las redes sociales resulta más invasivo ofreciendo un mayor número de oportunidades a niños y niñas de entrar en mundos antes desconocidos que pueden quedar fuera del ámbito de su control instigados por la curiosidad y la aceptación de grupo”.
¿Razones para consumir drogas? Cada persona tiene una. Los jóvenes de cada década tienen una. Los adultos de cada década tienen una. Los jóvenes de cada barrio de cada ciudad, de cada pueblo, tienen una. También los adultos. Todos tienen razones. Aunque las sustancias psicoactivas se consumen desde hace miles de años bajo diversas formas, en las últimas décadas el problema mundial del consumo de drogas se ha visto incrementado como consecuencia de una serie de factores diversos. Los datos más recientes disponibles, publicados por Naciones Unidas en 2011, cifran que unos 230 millones de personas (en torno al 5% de la población adulta del mundo) consumieron alguna droga ilícita por lo menos una vez en 2010. Esto representa aproximadamente una de cada veinte personas entre las edades de 15 y 64 años. Y en Europa, el Observatorio Europeo de las Drogas y las Toxicomanías (2013) calcula que son al menos 85 millones de europeos adultos los que han consumido una droga ilegal en algún momento de su vida, lo que supone la cuarta parte de la población adulta. Y estamos hablando sólo de drogas ilegales, sin mencionar el tabaco y el alcohol, que aunque sean legales igualmente son drogas. ¿Tienen todas estas personas una única y coincidente razón para consumir drogas?
Mark Renton, uno de los personajes de “Trainspotting”, plantea al inicio de la película al respecto de las razones para consumir drogas: “Elige la vida. Elige un empleo. Elige una carrera. Elige una familia. Elige un televisor grande que te cagas. Elige lavadoras, coches, equipos de compact disc y abrelatas eléctricos. Elige la salud. Elige pagar hipotecas a interés fijo. Elige un piso piloto. Elige a tus amigos. Elige bricolaje y preguntarte quién eres los domingos por la mañana. Elige sentarte en el sofá a ver concursos en televisión que embrutecen la mente y aplastan el espíritu mientras llenas tu boca de puta comida basura. Elige tu futuro. Elige la vida… ¿pero por qué iba yo a querer hacer algo así? Yo elegí no elegir la vida: yo elegí otra cosa. ¿Y las razones? No hay razones. ¿Quién necesita razones cuando tienes heroína?”.
Para Renton consumir drogas es otra elección más en la vida, tan desacertada como pueden llegar a serlo otras decisiones transcendentales o triviales que tomamos en nuestra vida. Pero una vez tomadas… ¿Por qué darle voz en este “diálogo” a Renton? Porque es esencial que establezcamos un “diálogo” con las personas destinatarias de nuestras intervenciones. Si queremos trabajar con la persona y no únicamente con su adicción, es importante conocer su “realidad”, sus necesidades, sus emociones, sus miedos, y a partir de ahí construir y ajustar nuestra intervención tomando como referente la evidencia científica y las buenas prácticas. Abrir ese “diálogo” es tomar una posición como “educando” ofreciéndole a la otra persona la posibilidad de ser “educador”. Esto mismo, tal vez sin ser conscientes de ello, es lo que expresan dos de las participantes en nuestro “diálogo”: “
Ahora mismo realizo mis prácticas de fin de máster en una comunidad terapéutica de drogodependencia. No sabía nada de drogas, pero estoy aprendiendo mucho de los profesionales y los pacientes”. “Tras haber estado haciendo prácticas en el ámbito de las drogodependencias, puede que lo que más me sorprendiera fuera el cómo todas las usuarias con las que trabajé afirmaban sentir una desprotección mucho más acusada que la que manifestaban los varones. Estas mujeres sentían que estaban vulnerando o transgrediendo unas normas supuestamente implícitas en nuestra cultura que las obligaba a ser buenas hijas, buenas hermanas y, especialmente, buenas madres. En general, el sentimiento de culpa de estas usuarias por la afectación que su problema podía tener sobre sus hijos era inmenso (los propios usuarios varones -la mayoría padres- las reafirmaban en esta idea afirmando que ellos jamás podrían tener como pareja a una mujer consumidora que había abandonado a sus hijos por la droga). Esta situación, que puede resultar paradójica y absurda, nos enseña que la mujer está sometida a unas expectativas y roles sociales irreales que se agravan notablemente cuando esa persona es consumidora, provocando por ello un doble rechazo: ser mujer y usuaria de drogas”.
De nuevo vuelve a hacerse un silencio y observamos asentimiento en la mirada de los participantes. Algo en nosotros está cambiando. Como decía Vygotsky (1987) “para crecer es necesario transformar”, y Freire (1997) afirmaba que “las personas somos seres de transformación”. La educación es el mecanismo para la transformación del medio social y de la persona. La educación en la sociedad de la información debe fundamentarse en procesos comunicativos, dialógicos, adoptando todos los participantes los roles de educadores y educandos a un mismo tiempo durante dicho proceso. Desde esa posición igualitaria surge la reflexión crítica y la transformación social. Nuestro “diálogo” no se cierra con estas últimas palabras. Queda abierto a que cada uno y cada una lo continuéis con personas de vuestro alrededor. Pero sí debo cerrar este post, y voy a hacerlo con las palabras de una de las participantes en esta experiencia dialógica. Sin la colaboración de las personas que abajo referencio hubiera sido imposible este “diálogo para la transformación”. “Gracias en nombre de todos los que paralizados por ese miedo no nos atrevemos a hacer más. Gracias por hacernos ver que las cosas pueden cambiar y que las grandes montañas se construyen con pequeños granitos de arena”.
En este diálogo han participado: Cristina Gómez, Ester Grau Alberola, Daniel Lencina Ribes, Isabel Cortés, Sergio Lentisco Martino, Anabel Macías Molina, Dámaso Martín Aranda y Mª del Mar Arranz Sánchez.
Víctor Villanueva Blasco Coordinador del Máster Universitario en Psicología General Sanitaria Universidad Internacional de Valencia
Referencias: Freire, P. (1970). Pedagogía del Oprimido. México: Siglo XXI. Vigotsky, L. (1987).
Pensamiento y lenguaje Teoría del desarrollo cultural de las funciones psíquicas. Comentarios críticos de Jean Piaget. Editorial La Pléyade.