La viudedad en la vejez: ¿cómo afrontarla?
Con el avance de la edad, aumenta la probabilidad de que las personas experimentemos situaciones de duelo por la pérdida de algún ser querido, sea un amigo de nuestra generación, sea nuestra pareja o incluso un familiar o amigo más joven. El reciente caso del fallecimiento de la actriz Debbie Reynolds (84 años) tan solo algunas horas después de la muerte de su hija, la también conocida actriz Carrie Fisher (60 años), llamó la atención del público en general y llevó algunos periodistas a reflexionar sobre la posibilidad de “morir de pena” (ver artículo de El País).
Otros casos semejantes a este, pero protagonizados por parejas de personas mayores menos famosas también han sido noticia, tal y como se puede ver en este artículo de El Mundo. Algunos especialistas explican que estas situaciones suelen ocurrir más a menudo con personas de edad avanzada que mantienen con la pareja una relación basada en un alto grado de dependencia. Añaden que la falta de expectativas de futuro se intensifica con el fallecimiento de la pareja y es común que dejen de luchar por seguir viviendo y acaben por fallecer.
En general, la pérdida del cónyuge representa un hito que marca dos etapas distintas de la vida y que suele venir acompañada de cambios en el estilo de vida y los planes hacia el futuro. En algunos casos, especialmente cuando se trata de mujeres mayores que han perdido al cónyuge, la viudedad les supone mayores dificultades económicas, ya que dejan de contar con los ingresos de la pareja. En otras ocasiones, especialmente aquellas viudas que tuvieron que cuidar a sus maridos por periodos largos, se ven impactadas por un cambio importante en sus rutinas; tienen que asumir nuevas tareas, de las cuales antes se encargaban sus maridos o dejan de hacer algunas actividades por ya no contar con la compañía del cónyuge (Marhánková, 2016).
Sin embargo, muchos investigadores defienden que la mayoría de las mujeres viudas suelen presentar características de resiliencia frente a la situación de viudedad (Bonanno et al., 2002; Hahn, Cichy, Almeida, y Haley, 2011; Koren, 2015), lo que no suele ser cierto para los hombres viudos, quienes tienden a ser más vulnerables a los efectos de dicha condición. Por ejemplo, al describir sus experiencias de viudedad, las mujeres que participaron en una investigación cualitativa indicaron procesos de reconstrucción de vida y sentido de independencia, además de tener vidas activas y niveles saludables de funcionamiento físico y psicológico tras la pérdida del cónyuge. Por otra parte, los hombres entrevistados en el mismo estudio indicaron más dificultad en superar la pérdida de sus parejas, aunque hubieran contado con el apoyo familiar (Koren, 2015).
Desde la gerontología, creemos que la resiliencia es una cualidad importante en las etapas más avanzadas de la vida, ya que se presenta como una manera de afrontar las adversidades relacionadas con las experiencias de enfermedad o de pérdidas de los seres queridos. Además, las personas mayores resilientes suelen tener mejor salud, ser más participativas socialmente y tener mejor bienestar psicológico (Fontes y Neri, 2015).
Pero si imaginamos el caso de un matrimonio que tras compartir cada día de sus vidas durante los últimos 50, 60 o 70 años, se ve solo porque uno de los dos vino a fallecer, ¿qué podemos esperar de la persona que se quedó viuda? ¿Cómo podemos ayudarla a afrontar esta difícil situación y fortalecer sus recursos internos para que pueda actuar con resiliencia?
El vídeo que se presenta al final de este texto fue extraído de la animación Up, producida por los estudios Pixar, y nos trae un bonito ejemplo de un hombre mayor que después de haber compartido la mayor parte de su vida con su esposa, se encuentra solo y triste porque acaba de perderla. Estén atentos al final de vídeo y noten como la expresión de tristeza que él tenía en su rostro se va trasformando, desde la sorpresa hasta la nostalgia y la felicidad que le traen los recuerdos. Finalmente, demuestra una expresión de esperanza y parece ser que las palabras que lee en el álbum le dan más ánimo para seguir adelante.
Algunas instituciones llevan muchos años trabajando para poder ofrecer apoyo y consuelo a las personas que sufren un duelo. Una de ellas es la Fundación Elizabeth Kübbler-Ross, creada en homenaje a una psiquiatra que se dedicó a estudiar las experiencias del proceso de duelo y es un importante referente en este tema. Aunque la Dra. Kübbler-Ross haya fallecido, esta fundación sigue promoviendo diversos proyectos en este ámbito.
Otro proyecto interesante que, aunque no esté específicamente dirigido a las personas mayores viudas, trabaja en el sentido de facilitar el desarrollo personal y la adaptación a los cambios comunes del proceso de envejecimiento, es el programa “Vivir bien, sentirse mejor”. Dirigido por Matia Instituto Gerontológico, está inserido en los programas que la Obra Social La Caixa ofrece a las personas mayores en España. Tengo la convicción de que esta iniciativa podría contribuir a fortalecer la resiliencia de las personas mayores y ayudarlas a literalmente vivir bien y sentirse mejor. Al fin y al cabo, esto es lo que solemos buscar, independientemente de la etapa de la vida en la que nos encontramos.