Problemas de conducta en personas con demencia (I)
Los Síntomas Conductuales y Psicológicos de la Demencia (BPSD; Behavioral and Psychological Symptoms of Dementia; Finkel y Burns, 2000), hacen referencia a aquellos comportamientos, reacciones psicológicas y síntomas psiquiátricos que están presentes en un importante porcentaje de personas con demencia y que son considerados un problema o dificultad por su exceso (p.ej., deambulación, gritar) o defecto (p.ej., aislamiento, no tactar objetos) (Losada, 2004). Izal, Montorio, Losada, Márquez y Alonso (2000) añadieron el que pudieran suponer una dificultad, riesgo o peligro tanto para la persona que recibe los cuidados como para la que cuida, o para terceras personas implicadas en el cuidado. También se incluyen aquellos comportamientos que son socialmente inaceptables.
Se pueden encontrar otras definiciones semejantes en, Cohen- Mansfield, (2001), y Lyketsos, Carrillo, Ryan, Khachaturian, Trzepacz y Amatniek (2011) entre otros.
Los BPSD son un problema común, estimándose que entre un 70% y un 90% de las personas con demencia moderada o severa van a manifestar comportamientos problemáticos clínicamente significativos (Davis, Buckwalter y Burgio, 1997). Estos problemas pueden ser de diferentes tipos y habitualmente se han clasificado en dimensiones. Así, por ejemplo, Cohen-Mansfield, Marx y Rosenthal (1990) identificaron tres dimensiones: conductas agresivas (p. ej., “morder”), conductas físicamente no agresivas (p. ej., “deambulación”) y conducta verbalmente agitada (p. ej., “repetición de frases o preguntas”). Mungas, Weiler, Franzi y Henri (1989) las categorizaron en agresiones físicas, agresión verbal, agitación y deambulación. Teri y cols., (1992) las clasificaron en tres dimensiones: problemas de memoria (p.ej., olvida eventos recientes), conductas disruptivas (p. ej., “intenta dañar a otros”) conductas depresivas (p. ej., “llora”).
Determinar qué conductas son más problemáticas va a depender del concepto de “problemático” que se asuma en las diferentes investigaciones. Así, algunas se centran en la frecuencia del comportamiento problemático, mientras que otras se centran en el malestar que el comportamiento genera en el cuidador familiar principal o en las consecuencias psicológicas que este sufre a largo plazo (Fauth y Gibbons, 2014).
En relación a los cuidadores, los BPSD, especialmente las conductas disruptivas, han resultado ser más estresantes que otros síntomas de la demencia, como el deterioro cognitivo o el aumento en la necesidad de ayuda en las actividades de la vida diaria (Haley y Pardo, 1989, Kales, Gitlin y Lyketsos, 2015), ya que, generalmente, son menos predecibles y menos controlables (Goode, Haley, Roth y Ford, 1998; Rabinowitz, Mausbach y Gallagher-Thompson, 2009). En relación a este malestar psicológico, se ha encontrado que los problemas de conducta en los familiares con Alzheimer u otra demencia relacionada se asocian con depresión (Fauth y Gibbons, 2014; Guilliam y Steffen, 2006), ansiedad (García-Alberca, Lara y Berthier, 2011) y carga en el cuidador (Logsdon, McCurry y Teri, 2007; Orstein y Glaugler, 2012) y con un ingreso en residencia más temprano (Rabinowitz, Mausbach y Gallagher-Thompson, 2009), entre otras.
Dada la alta probabilidad de que se presenten problemas de conducta y el alto grado de malestar que provoca en la persona con demencia y en el cuidador familiar, su análisis, estudio y tratamiento se hace fundamental en el campo de las demencias y en el trabajo con cuidadores. Además, los BPSD van a ser una importante fuente de demanda de información y formación por parte de los propios cuidadores familiares (Peeters, Van Beek, Meerveld, Spreeuwenberg y Francke, 2010).
Los tratamientos utilizados para abordar los BPSD han sido clasificados clásicamente en dos tipos, tratamientos farmacológicos y tratamientos no farmacológicos, de los que hablaremos próximamente.
Celia Nogales González
Profesora Máster Oficial en Gerontología y Atención Centrada en la Persona en la Universidad Internacional de Valencia VIU
Citas bibliográficas:
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