La atención temprana del ayer y del hoy
El inicio de la atención temprana (AT) en España podría situarse en la década de los 70. Podemos afirmar que el interés de algunos profesionales inquietos y preocupados por atender a los niños con trastornos en el desarrollo con la convicción de que cuanto antes se pudiera iniciar el tratamiento mejores resultados se obtendrían, constituye el origen de los primeros servicios de “estimulación precoz” (así se llamaban). En efecto algunos profesionales se desplazaron a otros países (Europa, Estados Unidos, Argentina) para conocer las actividades que allí se estaban realizando, o bien se invitaba a profesionales reconocidos para que impartieran formaciones en nuestro país. De esta manera se va conformando el núcleo inicial de los primeros servicios de atención temprana, todos ellos de carácter privado y por lo general promovidos por asociaciones de padres, centros de educación especial, servicios de salud, etc.
El modelo conceptual que da cobertura a las prácticas profesionales, se ajusta a una concepción clínica que entiende que el problema está en el niño y que lo más importante es iniciar un tratamiento dirigido a paliar en la medida de lo posible las consecuencias del déficit (Giné, Vilaseca, Gràcia, & García-Díe, 2004). Esta visión patológica se extiende también a la familia; en efecto, como reconoce Cunningham (2000), se asumía automáticamente que las familias con un hijo con discapacidad sufrían como consecuencia del niño y debían ser también objeto de tratamiento. En resumen, el inicio de la “estimulación precoz” se caracteriza por una concepción de la intervención centrada en el niño, orientada a corregir el déficit y llevada a cabo por los profesionales que actuaban como expertos (Dunst & Trivette, 2009).
Las décadas de los años ochenta y noventa representan el desarrollo y consolidación de la atención temprana en España. A ello contribuyeron, en primer lugar, la toma de responsabilidad de la Administración en la regulación y financiación de los servicios. Dado que la capacidad legislativa en materia de servicios sociales se había trasferido a las Comunidades Autónomas, fueron los respectivos Gobiernos Autónomos quienes paulatinamente fueron promulgando normativas. Estas iniciativas se apoyaban en los programas ya existentes, reconociéndolos y a menudo subvencionándolos, y creando nuevos servicios de carácter público. Los modelos de intervención eran similares en la definición de sus objetivos y funcionamiento. Es decir, (a) las prioridades eran la atención del niño y su familia; proporcionar información a los padres; y velar por la formación continuada de los profesionales. Y (b) las intervenciones se llevaban a la práctica mediante programas de intervención en régimen ambulatorio y llevados a cabo por un equipo interdisciplinar. Este equipo se responsabilizaba de la atención y orientación a la familia así como de la supervisión de la buena marcha del proceso de escolarización (FEAPS, 2001; Beá, 2001; GAT, 2000).
En segundo lugar, es necesario destacar el papel determinante que llevaron – y llevan – a cabo las organizaciones de profesionales en todo el proceso. Han ejercido una enorme influencia en sus compañeros, en la Administración y en la sociedad. En cada Comunidad Autónoma los profesionales se organizaron en asociaciones y a su vez estatalmente (GAT1).
En tercer lugar, durante estos años se fue extendiendo un modelo de trabajo que tanto desde el punto de vista conceptual como desde la práctica profesional reúne todas las características que Dunst y Trivette (2009) señalan para el modelo tradicional, (1) focaliza el déficit; (b) el objetivo es el tratamiento para corregir/rehabilitar el posible trastorno; (c) se adopta el modelo de experto; y (d) son los profesionales quienes toman las decisiones en todo el proceso (identificación de las necesidades del niño y de la familia; tratamiento; transición a la escuela) y se dan orientaciones a los padres para que colaboren en casa.
En la segunda mitad de la década de los noventa, y a partir del año 2000, empieza a cambiar. El primer cambio en la población a la que va dirigida la Atención Temprana, destinando también los servicios a la prevención de posibles déficits futuros. Le sigue, que los profesionales van tomando progresivamente conciencia de la necesidad de dar a la familia un mayor protagonismo, tal y como vemos en el Libro Blanco de la Atención Temprana (GAT, 2000) en el cual encontramos la definición de Atención Temprana.
“Conjunto de intervenciones, dirigidas a la población infantil de 0-6 años, a la familia y al entorno, que tienen por objetivo dar respuesta lo más pronto posible a las necesidades transitorias o permanentes que presentan los niños con trastornos en su desarrollo o que tienen el riesgo de padecerlos. Estas intervenciones, que deben considerar la globalidad del niño, han de ser planificadas por un equipo de profesionales de orientación interdisciplinar o transdisciplinar” (GAT, 2000, p.13).
Mientras, por otro lado, encontramos la publicación de Manuales de Buenas Prácticas de FEAPS – Atención Temprana. Orientaciones para la Calidad (FEAPS, 1999) con la finalidad de orientar a los profesionales en el tránsito de un modelo rehabilitador a un modelo educativo, acorde con una visión ecológica del desarrollo y que otorga a la familia un papel central en Atención Temprana.
A pesar de que los cambios en las prácticas profesionales suelen ser lentos y de que el paradigma tradicional goza de una muy amplia aceptación entre los profesionales españoles, se han dado pasos importantes que suponen avances hacia un modelo de trabajo centrado en la familia. Entre otros, hemos de referirnos a la formación de los profesionales, la formación de especialización a través de Masters como el de Necesidades Educativas Especiales y Atención Temprana de la VIU; el asesoramiento a centros de atención temprana, la investigación, la constante publicación de prácticas basadas en evidencia y la necesidad de familias de formar parte y decidir en todas aquellas cuestiones relacionadas con sus hijos e hijas, ya que ellos, serán los principales responsables de su desarrollo personal.
VÍDEO ENLACE:
REFERENCIAS
Beà, N. (2001). Atenció Precoç: Dels primers centres a la Coordinadora. En: L’Atenció Precoç: Escrits al voltant de la seva realitat. Revista de l’Associació Catalana d’Atenció Precoç. Monogràfic. Barcelona: ACAP.
Cunningham, C.C. (2000). Familias de niños con Síndrome de Down. En M.A. Verdugo (Ed.), Familias y Discapacidad Intelectual. Madrid: FEAPS.
Dunst, C. J. & Trivette, C. M. (2009). Capacity-Building Family-Systems Intervention Practices. Journal of Family Social Work, 12, 119-143.
FEAPS (2000). Atención Temprana para personas con retraso mental. Orientaciones para la Calidad. Manuales de Buena Práctica. Madrid: FEAPS. Documentos 55/2000.
Giné, C., Vilaseca, R., Gràcia, M., & García-Dié, M. T. (2004). Early Intervention in Spain: Some Directions for Future Development. Infant and Young Children, 17(3), 236-246
Grupo de Atención Temprana, GAT. (2000) Libro Blanco de la Atención Temprana. Madrid: Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales. Real Patronato de Prevención y de Atención a Personas con Minusvalía.
Rosa Fernández Valero
Profesora de la VIU en el Máster Universitario en Necesidades Educativas Especiales y Atención Temprana