La conexión cuerpo-mente y los dolores músculo-esqueléticos
En la larga trayectoria de la medicina psicosomática una gran parte de la comunidad científica (entre ellos médicos, psiquiatras y psicólogos) ha podido demostrar en sus investigaciones la conexión mente-cuerpo. Entre ellos, el psiquiatra Henry Maudsley que allá por 1870 ya indicaba que "Los trastornos mentales no son ni más ni menos que las enfermedades nerviosas en las que predominan los síntomas mentales, y toda su separación de otras enfermedades nerviosas ha sido un triste obstáculo para el progreso ...". Sin embargo, para una gran mayoría de personas, y aún bastantes profesionales de la salud, existe un estigma asociado a los trastornos relacionados con la psicología. Hoy en día se presenta una “vergüenza” o incredulidad asociada a la idea de que síntomas psicológicos puedan estar influyendo en una enfermedad física, lo que conlleva un retraso en la solicitud de ayuda médica adecuada y como consecuencia el agravamiento o cronicidad de la afectación.
EL DOLOR MÚSCULO-ESQUELÉTICO Y SU TRATAMIENTO
Una de las dolencias físicas cada vez más extendidas entre la población es toda la variedad de problemas musculares, artritis, dolores en distingos lugares, que incluyen la espalda, cuello, rodillas o el síndrome del túnel carpiano (muy de moda especialmente desde el advenimiento de los ordenadores), incluyendo todo tipo de procesos físicos resultantes de procesos inflamatorios no infecciosos. Las consultas de reumatólogos y traumatólogos están repletas de personas que acuden con alguna de estas afectaciones y aunque una gran parte de ellas consiguen una mejoría, con frecuencia no consiguen la remisión completa y definitiva, incurriendo en costosos y largos tratamientos. A pesar de haberse demostrado, durante décadas en muchas y diferentes investigaciones, que hasta un 85% de los casos de dolor en la zona lumbar no tiene una causa clara, y que la estructura no es un predictor del dolor, la interpretación convencional continúa atribuyendo el dolor únicamente a anormalidades estructurales. Y, en base a este diagnóstico, el tratamiento más comúnmente aplicado continúa siendo uno puramente físico sin tener en cuenta la historia psicológica del paciente. En un gran número de los casos, el dolor desaparece de la zona tratada y aparece en algún otro lugar del cuerpo, por lo que la persona encadenará un tratamiento detrás de otro, instalándose una sensación de incapacidad para poder volver a llevar una vida normalizada, así como de desesperación.
¿QUÉ TIENEN EN COMUN LOS PACIENTES CON ESTOS TRASTORNOS?
La investigación médica enfocada en la conexión mente-cuerpo ha encontrado factores comunes en pacientes aquejados de dolores músculo-esqueléticos: haber pertenecido a una familia disfuncional, con problemas de alcoholismo, abusos, y/o hijos de parejas divorciadas. No obstante, una gran parte de ellos también provienen de familias con padres afectivos y trabajadores, con elevadas expectativas y esperanzas con respecto a sus hijos. Se ha encontrado que estos últimos tienen en común que suelen tener problemas para tomar decisiones, tienen miedo a decepcionar a alguien o se suelen fijar metas demasiado altas, les resulta difícil encontrar una salida cuando se encuentran en una situación difícil, se toman las responsabilidades demasiado en serio y se olvidan del espacio para la diversión. Suelen ser duros consigo mismos, se sienten decepcionados o indignados por sus “defectos”, intentando hacer todo lo mejor posible, con una tendencia clara al perfeccionismo así como a complacer a los demás por encima de sus necesidades, no siendo nada infrecuente encontrar pacientes con una autoestima muy lastimada. Según la investigación realizada, parece que existen claros indicios de la presencia de una importante carga emocional junto a la presencia del dolor físico, que podría estar influyendo o agravándolo. Si cuando nos sentimos avergonzados, existe una reacción física de enrojecimiento facial de las mejillas por el que ese sentimiento de alguna forma estimula los vasos sanguíneos que se dilatan, ¿cuál es la razón por la que no puede existir una conexión entre el estado emocional negativo, por ejemplo de rabia, y la aparición y/o sostenimiento del dolor en el cuerpo?
CONEXIÓN CUERPO-MENTE
La conexión cuerpo-mente ha sido ampliamente demostrada en las diferentes investigaciones médicas, desde hace más de un siglo. Por mencionar algún ejemplo, los numerosos estudios en estrés y como éste en su forma crónica llega a producir cambios en los telómeros, áreas específicas de los cromosomas relacionadas con la longevidad de la célula y con el envejecimiento. Entonces, si existen evidencias claras de la relación de la situación psicológica de la persona en la situación física, ¿cuál es la razón para no incluir estos factores emocionales como otra posible causa más en las evaluaciones y diagnósticos médicos? ¿Por qué seguir negando la evidencia y con ello llevar a los pacientes a un incorrecto diagnóstico y tratamiento?
“La tristeza que no encuentra salida en las lágrimas puede hacer llorar a otros órganos” (Mausley, 1918. Extracto artículo Journal of Mental Science).
COLABORADORA: Dra. Rosa Vera García
Tutora de Trabajos Fin de Máster en el Máster de Psicología General Sanitaria.