Salud mental en las personas afectadas por los efectos de la DANA: Consejos, medidas de prevención y qué hacer ante posibles trastornos
A la hora de abordar las necesidades más inmediatas de las personas afectadas por los efectos de la DANA que ha sufrido la Comunitat Valenciana, la dimensión psicológica resulta fundamental. A pesar de que, evidentemente, las necesidades materiales son prioritarias, atender las diversas problemáticas a nivel de salud mental es un trabajo indispensable, tanto en el corto como a largo plazo.
Para conocer, en voz de un experto en la materia, los posibles problemas psicológicos a los que se enfrentan los afectados por la catástrofe, y qué hacer para aliviarlos y prevenir futuros trastornos, nos pusimos en contacto con el Dr. Joaquín Mateu Mollá, doctor en Psicología y director del Máster Oficial en Gerontología y Atención Centrada en la Persona de VIU.
¿Cómo afecta psicológicamente una situación así a quienes la viven directamente, sufriendo en primera persona sus efectos materiales? ¿Existen algunos trastornos o sintomatologías que sean más frecuentes o que tengan mayor prevalencia durante desastres naturales como éste?
Situaciones como la reciente DANA que ha azotado a la comunidad valenciana se vivencian con una profunda sensación de miedo, pues amenazan la propia vida y se alejan dramáticamente de nuestra cotidianidad. En términos generales, podría decirse que reúnen la condiciones de lo que conocemos como trauma, esto es: una herida en la autobiografía que tiene la cualidad de alzarse como un antes y un después en nuestras historias (como individuos y como grupo social). Si bien la enorme mayoría de personas puede trascender estos momentos sin desarrollar un trastorno, en otros casos (especialmente si la pérdida alcanzó una enorme magnitud y no se dispone de un apoyo social adecuado) existe la posibilidad de sufrir estrés postraumático.
El estrés postraumático es un problema de salud mental importante que se manifiesta como un estado persistente de hiperactivación fisiológica, con nerviosismo y con una sensación constante de que algo terrible podría suceder en cualquier momento. Todo ello se acompaña de dificultad para dejar de pensar en escenas concretas que tuvimos que presenciar, que acuden a la mente como imágenes intrusas e indeseadas que perturban de manera profunda nuestra paz. Además, también puede cursar con unas sensaciones de miedo de tal intensidad que nos empujan a evitar activamente toda situación que pudiera recordarnos el hecho que lo inició todo. La triada de la hiperactivación, de la reexperimentación y de la evitación es el eje central de este problema de salud; el cual en sus formas más severas resulta muy invalidante.
Por último, hay que tener en cuenta que el estrés postraumático se desarrolla más fácilmente si la persona que tuvo que afrontar la adversidad considera que esta fue ocasionada (por acción u omisión) por la voluntad de otro ser humano. La impotencia, el resentimiento y el odio germinan en este caso de una manera intensa y emocionalmente devastadora.
En este sentido, ¿qué impacto tiene o puede tener en las personas que ya tienen trastornos o condiciones psicológicas; como depresión, ansiedad o trastorno bipolar (por ejemplo)?
Las personas que padecen problemas de salud mental se encuentran en una situación de mayor riesgo que quienes no los sufren. Eventos estresantes como la de esta DANA pueden someter a quienes conviven con un trastorno a estados de estrés agudo que, sumados a los conflictos con los que ya pudieran estar lidiando, acaben por desbordar sus capacidades de afrontamiento. Las personas con depresión mayor, por poner un ejemplo, suelen experimentar con mayor facilidad lo que conocemos como desesperanza aprendida. Esta desesperanza describe la creencia de que la tragedia tendrá consecuencias persistentes y ante las que nada podrá hacerse en el futuro, lo cual exacerba el desconsuelo y la angustia. En el caso de los trastornos ansiosos suelen agravarse tanto los síntomas fisiológicos (taquicardia, respiración acelerada, sudoración, temblores, etc.) como los puramente cognitivos (preocupación, rumiación, etc.).
En cuanto a otros problemas de salud mental, como la esquizofrenia o como el trastorno bipolar, se sabe que los episodios de estrés intenso pueden precipitar los síntomas que les son propios. Al fin y al cabo, ambos evolucionan en forma de “brotes” que con frecuencia están precedidos por periodos de intenso sufrimiento psíquico.
En definitiva: es especialmente importante ser sensibles a las necesidades de quienes padecen problemas de salud mental en tiempos críticos como los que nos ha correspondido vivir.
Vehículo de la Unidad Militar de Emergencias en una zona afectada por la DANA
A nivel de la población general, incluso en la población que no se ha visto afectada directamente ¿Qué impacto a nivel psicológico puede tener esta catástrofe?
Aunque es cierto que la intensidad del sufrimiento es proporcional a la cercanía física/emocional a los acontecimientos traumáticos, también lo es que cualquier persona puede experimentar en su propia piel el dolor de quienes le rodean cuando los ve transitar por momentos de dificultad. Es lo que conocemos como empatía: una cualidad inherente al ser humano y necesaria para que tengan lugar conductas prosociales o altruistas, como aquellas que hemos podido atestiguar con los miles y miles de voluntarios que diariamente se han desplazado a los pueblos más afectados para echar una mano con todo cuanto podían. Aunque obviamente se trata de algo muy positivo y deseable, deberemos considerar que una empatía “sin control” puede acabar desbordándonos e impidiendo que nos encontremos en disposición de seguir ayudando.
Algo muy importante que deben tener en cuenta también los voluntarios que se desplazan a los pueblos prestando su invaluable ayuda es el riesgo de que surjan síntomas que conocemos como “fatiga por compasión”. A menudo estos se han descrito en profesionales sanitarios que tienen entre sus funciones ayudar a los demás, pero también pueden darse en cuidadores y voluntarios que ejercen actividades análogas en un momento concreto de su vida. Su forma más frecuente de manifestación es a través de un intenso cansancio físico, acompañado de dolor difuso y de pérdida aparente de vitalidad. Si la identificamos, es importante cuidarnos a nosotros mismos y buscar la ayuda necesaria, tanto entre los allegados como a través de un profesional de la salud mental. Por último, las víctimas directas de esta crisis pueden sentir una culpa del superviviente, cuestionándose dolorosamente por qué han tenido que superar ellas estos hechos mientras que otros no tuvieron la misma suerte. Tanto la fatiga por compasión como la culpa del superviviente son situaciones de extraordinaria complejidad que enraízan en nuestras tendencias naturales a ayudar a quienes nos rodean y que pueden afectar a la población en su conjunto.
¿Qué medidas pueden tomar las personas afectadas para intentar prevenir o minimizar los efectos psicológicos de esta situación, tanto actualmente como los que pueden surgir en un futuro?
Desastres naturales como los provocadas por la DANA suponen una muy importante fuente de estrés, un estrés que en ocasiones puede llevar a problemas de salud mental secundarios, entre los que destacan la depresión mayor y los trastornos ansiosos (así como el trastorno adaptativo, que puede combinar síntomas de los dos anteriores y surge como resultado de los esfuerzos de afrontamiento que debemos desplegar para superar una situación catastrófica). El apoyo social es aquí un recurso muy valioso, pues nos permite “amortiguar” las consecuencias negativas del estrés sobre nuestra salud mental. Eso sí: no basta con tener a muchas personas alrededor, sino que deberemos ser capaces de solicitar ayuda y permitirnos aprovecharla. Para ello se requiere que hablemos de nuestros temores y nuestras inquietudes, que lloremos en el supuesto de que lo necesitemos y que reconozcamos que las emociones que nos habitan no tienen nada de malo ni tampoco de anormal: forman parte de una reacción legítima y debemos aceptarlas tal y como son en el momento en que nos encontramos. Abrazar la vida afectiva sin luchar por ocultarla es un paso inicial, pero necesario, para el bienestar.
Y es que muchas veces resulta más perjudicial nuestra oposición frontal a los sentimientos que afloran en nosotros por considerarlos inapropiados (o por temor a que puedan afectar de forma negativa a quienes nos rodean) que los sentimientos en sí mismos. Al normalizarlos será posible que los armonicemos junto al resto de nuestras experiencias, sin tratarlos como algo reprobable que merezca ser censurado.
Algo muy importante también es tratar de establecer una rutina más o menos nítida, que brinde consistencia a días que súbitamente se encuentran deshilvanados y para los que puede ser difícil encontrar un sentido en este preciso momento. Fijar momentos estables para cosas tan básicas como comer o dormir es clave, pues ambas pueden desdibujarse en medio del caos y contribuir a estados de fragilidad física y emocional. Algunas personas también encuentran útil dedicar un rato cada día a escribir sus vivencias en un diario, pues se trata de una costumbre que contribuye a expresar lo que en ese momento sentimos y a hacer un seguimiento respetuoso de lo que nos ocurre adentro, evitando desconectarnos de lo que nos brinda una identidad ante las incesantes urgencias del día a día. Estas estrategias de autocuidado deberán abordarse siempre desde una perspectiva paciente y amable con nosotros mismos, que entienda sinceramente que la mejoría requerirá de tiempo y palabras cálidas. Por último, en el caso de que consideremos que nuestros síntomas exceden nuestra capacidad para hacerles frente, tenemos que considerar la opción de la psicoterapia. En estos días aciagos son muchos los psicólogos y los psiquiatras que dedican su tiempo desinteresadamente a ayudar a los vecinos de los pueblos afectados.
Las personas mayores, especialmente las que presentan fragilidad o problemas de movilidad, tienen un riesgo mayor de desarrollar trastornos psicológicos en una situación como la creada por la DANA
¿Qué rol pueden jugar las redes de apoyo social que tengan las personas (familia, amigos, comunidades, organizaciones a las que pertenecen, etc.) en el cuidado de su salud mental?
Como comentamos anteriormente, el apoyo social es fundamental para que la persona se sienta comprendida y para que pueda compartir su sufrimiento. En situaciones tan trágicas como esta DANA, puede ocurrir que desarrollemos una íntima sensación de soledad y de desconcierto, aun cuando objetivamente nos encontremos rodeados de mucha gente. Se trata de sensaciones que se relacionan con la inefabilidad de las vivencias internas, con la dificultad para moldearlas en palabras con calado suficiente para representar lo que se vivió. Muchas veces, lo que se necesita para aliviar este dolor es disponer de alguien cerca que pueda prestarnos una auténtica escucha. Estas conversaciones cotidianas con nuestros seres queridos pueden también devolvernos a una realidad que puede parecernos esquiva aun cuando en un principio no sepamos claramente qué decir, pues en situaciones tan críticas podemos percibirnos distanciados de los propios procesos internos (emociones, pensamientos, etc.) y de lo que sucede alrededor. Hablar suele ayudarnos a aclarar las ideas, a encontrar soluciones e incluso a descubrir aspectos que desconocíamos de nosotros mismos; incluyendo fortalezas y habilidades que pueden resultarnos muy útiles en este tipo de crisis.
En definitiva, en estos momentos se requiere de apoyo material dirigido a paliar las necesidades más inmediatas (ropa, alimentos, agua, electricidad, etc.), pero también un apoyo de naturaleza emocional. Este último tiene en al afecto, la comprensión y el cariño sus máximos exponentes. El bienestar psicológico depende tanto de uno como del otro, de lo sutil y de lo tangible.
¿Existen indicadores a los que deberíamos estar atentos entre la población afectada directa o indirectamente, y que pueden dar indicaciones de un problema psicológico que debe atenderse antes de hacerse más grave o cronificarse?
Sí. De uno de ellos ya hemos hablado anteriormente. Cuando nos encontramos en una situación adversa, ante la cual estimamos que nada de lo que podamos intentar tendrá los resultados que se pretenden, corremos el peligro de caer en el profundo abismo de la desesperanza aprendida. Tal desesperanza se vive como una apatía inflexible, una pérdida de motivación y una disolución del significado que una vez erigimos para nuestra vida; y por tanto es la antesala para trastornos emocionales como la depresión mayor. Identificar su expresión, especialmente cuando coexiste con irritabilidad y con pesimismo, es algo muy importante para que puedan ponerse en marcha con la previsión suficiente intervenciones que nos ayuden a sobrellevar el duelo.
Y es que no deberíamos olvidar que la DANA ha sumido a los valencianos en pérdidas muy graves y significativas, tanto materiales como personales. Estas pérdidas son experiencias de duelo que requerirán tiempo, en realidad tanto como sea necesario para cada cual (sin guías aplicables de manera indiscriminada para todos). No es justo tratar de acelerarlo o de aminorar su intensidad, puesto que estas son exigencias que no respetan las necesidades de la persona y que solo buscan acallar lágrimas sinceras porque duelen a terceros.
¿Hay grupos de población que están más en riesgo de sufrir efectos psicológicos severos y a largo plazo como consecuencia de esta situación?
Las personas mayores que se encuentran en situación de fragilidad, con dificultades severas para desplazarse o para su propio autocuidado, tienen un riesgo especial en momentos como el que nos ha correspondido vivir. También podría decirse lo mismo de las muy jóvenes, que perciben súbitamente que muchas cosas han cambiado a su alrededor y se preguntan legítimamente por qué. Como sociedad es el momento en el que debemos responder con generosidad ante quienes son más vulnerables, brindando ayuda adicional cuando sea necesario. También es fundamental que encontremos el momento y la manera de explicar lo sucedido a los pequeños, haciendo uso de palabras que se ajusten a su nivel de madurez. Ocultar las cosas solo aumenta la suspicacia y el miedo.
Más allá de lo dicho, hay que tener en cuenta que cualquier persona puede sufrir un problema de salud mental al exponerse a situaciones como la DANA, y que esto no significa que sea incapaz o débil. A lo largo de los próximos meses deberán desplegarse todos los dispositivos necesarios y el apoyo de profesionales sanitarios para cubrir las necesidades de la población en su conjunto, lo que también requerirá apoyo institucional.