Integración educativa: construyendo una aula inclusiva
Alcanzar la meta de la integración educativa de todos los alumnos de un aula ordinaria es siempre recomendable. Para ello, es necesario apostar por una educación inclusiva que ponga el foco por la personalización del aprendizaje. Es decir, cada clase que se imparta ha de ser a medida de los estudiantes. Al mismo tiempo, es imprescindible tener en cuenta las necesidades individuales de cada uno de ellos.
Así, su capacidad de aprendizaje, sus habilidades y sus competencias han de ser la base para lograr la progresión. Sin embargo, al hablar de integración no podemos obviar que su base principal es proporcionar a cada niño el apoyo que necesita dentro del aula. Hay que entender cuáles son sus aptitudes y diseñar un aprendizaje a medida en el que la diversidad y la pluralidad estén siempre presentes.
¿Cuáles son los indicadores que favorecen la integración?
Hay varios, y todos aportan su propio beneficio. Es recomendable afrontar el aprendizaje desde perspectivas distintas como:
- La filosofía de trabajo.
- Las características del centro educativo.
- La relación con la familia.
- La actitud y la competencia de cada profesor.
Teniendo en cuenta estos cuatro aspectos, resulta más sencillo conseguir una integración en el aula. Deben dejarse atrás las diferencias culturales, las posibles discapacidades y los problemas individuales de aprendizaje. El punto de partida es un estudio detallado de cada estudiante y es el profesor quien debe ir adaptando su forma de trabajar para conseguir el éxito.
Política educativa
Para que una política educativa sea eficaz, es imprescindible que tenga en cuenta los siguientes valores, filosofía de trabajo, tipos de actuación y métodos:
- Entender la educación como si de una construcción se tratase. Todos los agentes implicados aportan su labor para terminar el proyecto. Nos referimos a los profesores, los padres, los alumnos y la comunidad educativa en general.
- El currículo debe ser flexible. Los tres pilares más importantes han de ser la evaluación, la organización y la promoción.
- El respeto a las diversidades. La nacionalidad, la cultura, la capacidad, las necesidades de aprendizaje o el ritmo de cada alumno han de concretarse para saber cuál es el método educativo más recomendable.
- Una metodología basada en las peculiaridades de los alumnos y no solo en el aprendizaje de los contenidos.
- Promulgar y fomentar valores como la humanización, la normalización, la democracia, la justicia y el criterio personal.
Las características del centro educativo
Todo lo anterior sería imposible si el centro educativo correspondiente no cumpliera con una serie de características como:
- La apertura a su entorno más directo. Las familias, las empresas, las instituciones y todo lo relacionado con la cultura, entre otros ejemplos, también forman parte de una educación adecuada.
- La disposición de aulas específicas para las NEE (necesidades educativas especiales) y para facilitar la inserción de los alumnos que lo necesiten. Además, deben ponerse en marcha programas que faciliten la inserción de todos los alumnos.
- El fomento de la participación de los alumnos con NEE para conseguir así su integración en la vida del centro.
Las relaciones con la familia
Si bien la integración en el centro es fundamental, no lo es menos conocer cuál es el entorno real de cada estudiante. Resulta imprescindible:
- Acompañar, formar y acoger a los familiares que puedan tener problemas de integración escolar o social.
- Aumentar la participación de los padres en la vida escolar y en la organización de las actividades propuestas.
- Propiciar relaciones, encuentros y fiestas para confirmar la importancia de la pluralidad cultural.
- Valorar y recoger sugerencias relativas al grado de satisfacción de la familia, y de su entorno social más directo, respecto a la actividad del centro. Deben valorarse los comentarios recibidos para afrontar las mejoras necesarias.
Un proyecto educativo más inclusivo
La inclusión educativa de todo el alumnado sin excepciones comienza con un proyecto diseñado por el colegio. En el mismo habría que:
- Prestarles especial atención a los niños con NEE, con riesgo de fracaso escolar y a los más expuestos a la exclusión social.
- Incluir todo tipo de expresiones multiculturales. Especialmente las religiosas, las culturales y las festivas. El respeto y la tolerancia deben ser el denominador común de cada actividad programada.
- Valorar los cambios que se vayan produciendo en el centro y en los alumnos. Es posible realizar encuestas o no perder de vista los comentarios que puedan llegar a la dirección sobre lo que va sucediendo en las clases. Desconectarse de la realidad del centro no es una opción adecuada.
- Apostar por las TIC, o nuevas tecnologías, a la hora de diseñar estrategias de aprendizaje más eficaces que se adapten a las nuevas tendencias.
Una propuesta curricular a medida
La rigidez y los planteamientos inflexibles son contraproducentes. El colegio debe diseñar un currículo que se caracterice por:
- Ser abierto y flexible a cualquier cambio e inclusivo con los alumnos con NEE. Estos últimos son los que pueden sufrir la burla del resto de los compañeros. No es adecuado mantenerlos aparte, pero sí es necesario luchar por la integración e incluso contar con el apoyo de otros alumnos para que puedan aprender al mismo ritmo.
- Incluir adaptaciones curriculares individuales para conseguir que cada alumno aprenda a su propio ritmo.
- Contar con un programa que haya sido diseñado por un equipo multidisciplinar que tenga en cuenta la participación de expertos en educación especial. El resultado será mucho más completo y tendrá en cuenta los detalles más importantes de un proceso educativo eficaz.
El papel del profesorado
El equipo docente es el protagonista absoluto de la educación inclusiva y debe valorar aspectos esenciales como:
- Mantener una relación personal y cercana con cada alumno. Debe realizarse un seguimiento detallado para detectar cualquier tipo de alteración.
- Planificar y trabajar en equipo. Deben aportarse nuevas ideas y propuestas que conviertan a los métodos de enseñanza en unos más eficaces y de mayor calidad.
- Reciclarse y formarse de manera permanente. Los recursos y los métodos de aprendizaje están en continua renovación. No es adecuado caer en el error de no actualizarse o de seguir aplicando viejos métodos de dudosa eficacia.
La experiencia confirma que la integración en el aula ordinaria es totalmente posible. Se incluye en este grupo a los alumnos que padezcan síndrome de Down o que padezcan trastornos del espectro autista. La meta final es contar con el apoyo necesario tanto dentro como fuera del aula.
Igualmente, hay que apostar por el empleo de técnicas especializadas como los pictogramas, la adaptación de los temarios y los currículos. La entrevista individual, la comprobación de los avances particulares y la comprensión del entorno directo del estudiante son tres herramientas que ayudan a lograr la ansiada integración.
El profesor debe ponerse siempre en el lugar de quien puede necesitar una educación concreta, de quien proviene de otro país o de quien, por cualquier otro motivo, no llega a encajar del todo con el grupo. Si bien los contenidos se deben explicar de forma genérica, no han de faltar los esfuerzos necesarios para comprobar que todos los alumnos han entendido lo que se les quiere transmitir.
La declaración de la UNESCO
La UNESCO considera esencial la educación inclusiva como la identificación y la eliminación de las posibles barreras que pueda tener un alumno para terminar su ciclo formativo. No debe olvidarse que el objetivo final es conseguir que cualquier persona tenga una formación adecuada que le permita encontrar un futuro profesional acorde a sus necesidades específicas.
Un estudio de la Universidad de Granada confirma que el proceso es complejo y que presenta avances distintos dependiendo del contexto. De hecho, va más allá que la dotación de servicios o estructuras de apoyo. Se trata de valorar otro tipo de factores (personales, internos y cualitativos) que permiten que la inclusión sea una realidad o no solo una propuesta.
La dualización de la enseñanza permite que la escolarización sea un hecho que evite la exclusión. La puesta en práctica de medidas específicas es el primer paso hacia la consecución de una inclusión completa que respete las peculiaridades de todo tipo de alumnos. Es decir, no se trata de educar de forma estricta o de aplicar un plan educativo sin posibilidad de modificación. Más bien, el punto que debe alcanzarse es justo el opuesto.
La realidad española
Los últimos datos confirman que un 92,4 % de los estudiantes en riesgo de exclusión social han repetido algún curso. El 70,7 % decidió cambiar de centro, un 72,3 % cambió de domicilio y un 16,2 % no ha terminado el ciclo de primaria. Lo anterior confirma que la inclusión no es un complemento o una opción, sino una necesidad específica que exige la máxima atención por parte de las instituciones educativas.
Se trata, en definitiva, de convertir el proceso de aprendizaje en uno realizado a la medida exacta de quien pueda necesitar el apoyo concreto del profesorado. En ocasiones, provenir de otro país supone enfrentarse a diversas barreras que frenan el proceso de aprender correctamente.
La combinación del trabajo del profesorado con el diseño de un plan educativo más flexible arrojan como resultado una educación inclusiva y un aula donde poder trabajar estos aspectos con mayor acierto.